RASUEROS: Hola, amigos!...

Hola, amigos!
Estuve pensando sobre lo de las promesas y sobre la paciencia de la que han hablado por aquí, no los caramelitos, por supuestos.
Alguien dijo que la paciencia es la madre de todas las virtudes; es verdad, es una cualidad importante porque nos permite emprender proyectos y tener expectativas sobre ellos, nos da la calma suficiente para poder aguardar los resultados, libres de toda ansiedad y de la angustia típica de toda espera. Sobre todo, y como dijo Fraililla, educar a los hijos con PACIENCIA es fundamental, porque de eso dependerá el éxito (que nunca es total) de ese sublime trabajo. ¿Cómo tratar de inculcarle a nuestros hijos los valores, las pautas... cómo hacer para trazarles un camino hacia la felicidad, si estamos llenos de impaciencia? Seguro nos sale mal.
Pero hay una paciencia que no me gusta y es aquella que perpetúa nuestras desgracias, nuestros sufrimientos. Vieron cuando te dicen: ¡Bueno, paciencia, ya va a pasar! Eso no me convence, porque es como conformarse con lo que hay y eternizar la adversidad. Creo que hay que luchar, tratar de salir por motus propio de los problemas y no esperar con paciencia a que pasen solos.
En el ámbito donde la paciencia es esencial es en la educación. Los niños y adolescentes tienen ritmos y tiempos diferentes a los nuestros y distintos entre sí, y eso hay que respetarlo y no dejarse ganar por la ansiedad. La satisfacción es grande cuando se alcanzan los logros.

Aquí, en mi ciudad, el otoño ha pintado de amarillo las hojas de los árboles. La Plata, mi ciudad, tiene un trazado particular y especialmente diseñada por Dardo Rocha, su fundador y Pedro Benoit, un arquitecto francés, en el año 1882.
Cada seis cuadras hay una plaza, llena de árboles. Las veredas son anchas y hay en ellas árboles plantados en el borde y tenemos un bosque donde se encuentra el Museo, el Observatorio, el jardín zoológico, el teatro del lago, y muchas de las facultades se encuentran dispersadas por ahí.
¿Saben una cosa?
Cuando el fundador de la ciudad diagramó el lugar, hizo plantar distintos árboles en las calles: la calle 47 tiene naranjos, las diagonales, jacarandá y tipas, otras calles tienen tilos, las plazas magnolias y así fue plantando en todos los rincones para que, como explicó él, las personas ciegas que caminaran por la ciudad pudieran orientarse por el perfume de las flores de los árboles. Me parece fantástico que alguien haya pensado eso hace más de un siglo.

Amigos de Rasueros, ¿cuál es el gentilicio de Rasueros? ¿Cómo se les dice a los oriundos de ese pueblo?

Hasta pronto! Cariños a todos, a Ignacio, a Fraililla, a Maribel, Martin, Jaymar. Merche y si me olvido de alguno, perdón.
Lilian