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RASUEROS: Sofía duplicó la dosis de su droga, quería estar más...

Sofía duplicó la dosis de su droga, quería estar más rubia que nunca para las entrevistas que la esperaban. Había aceptado la propuesta del laboratorio y reveló la fórmula a cambio de un millonario contrato que le aseguraría una vida de abundancia y placeres.
Pudo verse a la rubia muchacha en las portadas de las revistas, en programas televisivos, en las primeras planas de los diarios y en afiches callejeros que promocionaban el producto milagroso. La pastilla era muy costosa, así que solo las mujeres de clase alta podían ser rubias naturales. La muchacha andaba por el pueblo en un convertible rojo y era la envidia de todos los que antes se habían mofado de ella.
Su fortuna no cesaba de incrementarse y ella facturaba como nunca lo hubiese soñado. Exigió un nuevo contrato para asegurarse más beneficios económicos. Puso a un grupo de avezados abogados que trajo de la gran ciudad, a estudiar y pergeñar estrategias jurídicas para mejorar los contratos y los obligaba a sobornar a las empresas involucradas en el circuito de producción y comercialización de la pastilla. Triplicó la dosis de su medicamento a fin de lograr un platinado total, quería estar más rubia, más bella, más deseada.
Ciertamente, el sueño de muchas mujeres se vio materializado con su descubrimiento, mas, ella no terminaba de satisfacer sus anhelos de riquezas, ni sus deseos de ser rubia. Estaba en constante litigio con los laboratorios que usufructuaban con su fórmula ya que ella exigía cada vez más dinero. Su salud se resintió como consecuencia del estrés al que estaba sometida y sus picos de tensión la obligaron a tomar medicamentos para estabilizar su presión arterial. Y, lo más raro, la ingesta de su pastilla comenzó a dejar ver sus efectos adversos. Notaba que sus ojos perdían color, mutando a un marrón claro, luego a un ámbar, para terminar siendo de un blancuzco transparente. Por último, tuvo que usar todo el tiempo anteojos negros, aún de noche, porque hasta la luz artificial le dañaba. Una fotofobia cruel terminó obligándola a vivir con los ojos cerrados. Y eso no era todo. Pronto comenzó a sentir una liviandad en todo su cuerpo. Se sentía etérea, leve, como si no pudiera mantenerse firme. Una tarde se miró en el espejo, con los últimos vestigios de visión que aún le quedaba, y lo que vio le causó pavor. Estaba transparentándose, sí, estaba perdiendo materia, ¡se estaba volviendo transparente!
Pronto, las mujeres del pueblo vinieron a golpearle la puerta. Con violencia le gritaban, la insultaban y le reclamaban una solución, porque a ellas les estaba sucediendo lo mismo: estaban desintegrándose, estaban desapareciendo. En muy poco tiempo, solo bastaron algunos meses, para que todas las mujeres que habían tomado las pastillas desaparecieran. Desarraigadas del mundo físico, vaya uno a saber a dónde fueron. El pueblo quedó desierto de mujeres. Los hombres perdieron a sus esposas, los hijos a sus madres, los hermanos a sus hermanas, los amigos a sus amigas.
Así fue, como Santa Lara se quedó sin mujeres y el pueblo tuvo que comenzar otra vez. Y como los antiguos, en un rapto de las sabinas, los hombres procuraron buscar madres, esposas, hijas y hasta abuelas que llenaran sus vidas vacías y solitarias.

Fue en dos partes porque no aceptaba un texto tan largo.
Espero que lo disfruten!
Cariños a todos!