![Nevada 26-12-2004. El camino que lleva a cebolla](/fotos_originales/9/9/1/00056991.jpg)
Buenas tardes/noches:
Efectivamente Fraililla, quiero a Madrid, como ya he dicho, pero también quiero a Salamanca, Avila, Bilbao, Sevilla, Valencia, Barcelona, en cualquier ciudad donde me encuentre, estaré encantado en ella. Recuerda que soy de los que digo que soy de donde estoy, (el estar como sinónimo de ser, esto es como la felicidad o se lleva o no se és, y asociando ideas, diré también que nuestra Santa decía, que “si buscas a Dios y no le llevas dentro nunca Le encontrarás”; bueno sino lo dijo, se le pasaría por alto). A propósito, la última vez que estuve en Bilbao, (aunque he ido en otras ocasiones no tuve la oportunidad de pasear y sentir el ritmo de sus calles, como lo hice en esta ocasión), hace unos 3 meses, aproximadamente; fue un verdadero encantamiento, una ciudad maravillosa, un cambio alucinante, una sensación de placidez y tranquila apacibilidad, en uno de esos días soleados, poco frecuentes en esta ciudad, especialmente porque estábamos a mediados de Noviembre, me quedé totalmente absorto de ella y en ella.
En un paso de peatones, frente al ayuntamiento me encontré, con un presentador de la tv vasca, que allí fue muy popular, cuando ya nos habíamos sobrepasado; le reconocí y le llamé por su nombre, se volvió para ver quién le llamaba; era David Barbero, estuvimos unos minutos charlando, claro él hasta que no le dí unas cuantas explicaciones, no me reconoció. Mientras charlábamos, el reloj del ayuntamiento, nos obsequió con el sonido acompasado de sus campaniles, heterodinado con los aleteos de los vuelos y chillidos de las gaviotas y las voces silentes de las gentes, que en el mercadillo de frutas y verduras, muy cercano, trocaban sus intereses.
Además estuve acompañado por un una cuadrilla, allí se dice así a los amigos, con los que también nos vemos con cierta frecuencia en Madrid. A la mañana siguiente les comenté, que estaba perfectamente, a pesar de la cantidad de vinos que habíamos tomado, lo cual era indicativo de que el vino es extraordinario, nada cabezón. Puede que sea también, como consecuencia de la compañía, en la que los tomaba.
Con respecto a la lectura de diferentes libros, voy a referirme en concreto a éste Eben Alexander, no cabe duda que le terminé, para poder realizar el comentario que me solicitaba mi amigo, de otra forma no le habría terminado en la vida. A pesar de todo, en este momento y para corroborar que la opinión que he emitido, se acerca a la realidad, tengo la obligación personal y moral (cambio lo de moral por deontológica), de volver a leerlo.
Cuando digo que he leído muy pocos libros es cierto, quizás haya exagerado un poco cuando digo 5 ó 6, pero voy a tratar de enumerar, los que en este momento y a bote pronto recuerdo. Sé que he leído, el Anticristo de Nietzsche, (del que no recuerdo lo más mínimo de qué iba lo leído, admito, que puede que sin saberlo, esté impregnado de su lectura), la Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones, Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, (este estuvo a punto de producir un giro vital en mi trayectoria, laboral y familiar, hace ya muchos/os años), Inteligencia Emocional, de Daniel Goleman, (este le tengo totalmente apostillado, en el mismo libro), algunos fragmentos de Fluir de Parménides, este me le recomendó y regaló mi hija. He leído por supuesto algunos otros libros pero por obligación, no porque haya querido leerlos, nacidos en mi voluntad. Sí, tengo que admitir que he leído mucho en la propia existencia, en el propio discurrir de los días, en las caras de las personas, en sus voluntades ocultas, o bién porque no las veo, o tapadas porque no quieren ser vistas. En esos rostros enriquecidos por el tiempo o por las experiencias vividas en sus congojas, en sus alegrías, en sus sufrimientos, en sus idas y venidas, en sus subidas, en sus bajadas. También en la paciente escucha activa. Citaré el proverbio chino de que tenemos dos oídos y una boca, la gran pregunta es ¿por qué será?.
Como una de esas lecturas obligadas, puedo citar la del Lazarillo de Tormes, del que más adelante, os enviaré un comentario que hice muy personal, tras su lectura. También, por supuesto para someterlo a vuestra consideración y crítica.
Esto será, en algún, próximo escrito.
No sé si habrá alguien ahí, a la otra parte de lo escrito, es decir, en el área de lo leido, de cualquier forma, GRACIAS POR ESCUCHARME, dentro de un rato me iré a ver la PASARELA PERRAULT, que aún no la conozco. Buenos días
ADP
Efectivamente Fraililla, quiero a Madrid, como ya he dicho, pero también quiero a Salamanca, Avila, Bilbao, Sevilla, Valencia, Barcelona, en cualquier ciudad donde me encuentre, estaré encantado en ella. Recuerda que soy de los que digo que soy de donde estoy, (el estar como sinónimo de ser, esto es como la felicidad o se lleva o no se és, y asociando ideas, diré también que nuestra Santa decía, que “si buscas a Dios y no le llevas dentro nunca Le encontrarás”; bueno sino lo dijo, se le pasaría por alto). A propósito, la última vez que estuve en Bilbao, (aunque he ido en otras ocasiones no tuve la oportunidad de pasear y sentir el ritmo de sus calles, como lo hice en esta ocasión), hace unos 3 meses, aproximadamente; fue un verdadero encantamiento, una ciudad maravillosa, un cambio alucinante, una sensación de placidez y tranquila apacibilidad, en uno de esos días soleados, poco frecuentes en esta ciudad, especialmente porque estábamos a mediados de Noviembre, me quedé totalmente absorto de ella y en ella.
En un paso de peatones, frente al ayuntamiento me encontré, con un presentador de la tv vasca, que allí fue muy popular, cuando ya nos habíamos sobrepasado; le reconocí y le llamé por su nombre, se volvió para ver quién le llamaba; era David Barbero, estuvimos unos minutos charlando, claro él hasta que no le dí unas cuantas explicaciones, no me reconoció. Mientras charlábamos, el reloj del ayuntamiento, nos obsequió con el sonido acompasado de sus campaniles, heterodinado con los aleteos de los vuelos y chillidos de las gaviotas y las voces silentes de las gentes, que en el mercadillo de frutas y verduras, muy cercano, trocaban sus intereses.
Además estuve acompañado por un una cuadrilla, allí se dice así a los amigos, con los que también nos vemos con cierta frecuencia en Madrid. A la mañana siguiente les comenté, que estaba perfectamente, a pesar de la cantidad de vinos que habíamos tomado, lo cual era indicativo de que el vino es extraordinario, nada cabezón. Puede que sea también, como consecuencia de la compañía, en la que los tomaba.
Con respecto a la lectura de diferentes libros, voy a referirme en concreto a éste Eben Alexander, no cabe duda que le terminé, para poder realizar el comentario que me solicitaba mi amigo, de otra forma no le habría terminado en la vida. A pesar de todo, en este momento y para corroborar que la opinión que he emitido, se acerca a la realidad, tengo la obligación personal y moral (cambio lo de moral por deontológica), de volver a leerlo.
Cuando digo que he leído muy pocos libros es cierto, quizás haya exagerado un poco cuando digo 5 ó 6, pero voy a tratar de enumerar, los que en este momento y a bote pronto recuerdo. Sé que he leído, el Anticristo de Nietzsche, (del que no recuerdo lo más mínimo de qué iba lo leído, admito, que puede que sin saberlo, esté impregnado de su lectura), la Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones, Juan Salvador Gaviota de Richard Bach, (este estuvo a punto de producir un giro vital en mi trayectoria, laboral y familiar, hace ya muchos/os años), Inteligencia Emocional, de Daniel Goleman, (este le tengo totalmente apostillado, en el mismo libro), algunos fragmentos de Fluir de Parménides, este me le recomendó y regaló mi hija. He leído por supuesto algunos otros libros pero por obligación, no porque haya querido leerlos, nacidos en mi voluntad. Sí, tengo que admitir que he leído mucho en la propia existencia, en el propio discurrir de los días, en las caras de las personas, en sus voluntades ocultas, o bién porque no las veo, o tapadas porque no quieren ser vistas. En esos rostros enriquecidos por el tiempo o por las experiencias vividas en sus congojas, en sus alegrías, en sus sufrimientos, en sus idas y venidas, en sus subidas, en sus bajadas. También en la paciente escucha activa. Citaré el proverbio chino de que tenemos dos oídos y una boca, la gran pregunta es ¿por qué será?.
Como una de esas lecturas obligadas, puedo citar la del Lazarillo de Tormes, del que más adelante, os enviaré un comentario que hice muy personal, tras su lectura. También, por supuesto para someterlo a vuestra consideración y crítica.
Esto será, en algún, próximo escrito.
No sé si habrá alguien ahí, a la otra parte de lo escrito, es decir, en el área de lo leido, de cualquier forma, GRACIAS POR ESCUCHARME, dentro de un rato me iré a ver la PASARELA PERRAULT, que aún no la conozco. Buenos días
ADP