Deseo y espero que tod@s hayáis tenido un verano o estío pleno de buenos acontecimientos y actividades.
Ahora entiendo lo del hastío del verano, por fín en casita, desde el 9 de Julio.
El día 27 de julio a las 4 de la tarde, estaba en Montejo de San Miguel, me extrañó que no hubiera nadie, ni siquiera los organizadores; enseguida caí en la cuenta que la hora de inicio del taller de cantería eran las 5.
Me senté en la sombra, a la puerta de una casa, en uno de esos cantones que por estos lares, aún quedan como testimonio y testigo de cuentas y cuentos pasados.
Al poco de terminar la conversación, con un vendedor ambulante de vinos de Bodega propia, al que compré unas botellas para su prueba y cata, mientras esperaba; aparecieron los organizadores, a los que ví desde mi cantonal atalaya.
Después de los consabidos saludos e interés por los respectivos miembros familiares, nos conocemos hace ya años, entramos en la materia que nos ocupa.
Piensan los dos hermanos organizadores, que he ido pronto para elegir piedra, nada más lejos de la realidad, ha sido mi despiste el que me ha hecho llegar tan temprano; cuando me preguntan qué idea tengo para tratar de ayudarme en la localización de la piedra más adecuada, respondo que no tengo ninguna idea formada, en ese mismo momento, les pido la más fea, con el ánimo de no estropear la piedra que cualquiera del resto de los 12 ó 14 participantes podría mejorar.
Elegimos la que los tres consideramos más fea. Antes de que empezarán a llegar los compañeros de cantería, ya había iniciado mis primeros macetazos, como no tenía una idea formada de lo que quería hacer, ese pedrusco como yo desde entonces la denominó, sólo me sugería la cabeza de un demonio o daemon.
En la búsqueda de esa figura demoníaca, lo primero que iba surgiendo en su vaciado, eran lo que yo imaginaba los cuernos, a medida que transcurrían los primeros acompasados martilleos de los canteros, alguien se acercó a preguntarme, qué estaba haciendo, dije que no lo estaba haciendo, sino que estaba liberando el demonio que estaba atrapado en su interior, en clara alusión a la frase de Miguel Ángel, de que él con la Pietá lo único que hizo, fue quitar lo que la estaba cubriendo, para dejarla a la vista. En adaptación libre, pues no fue esto, lo que dijo exactamente.
La tarde en su etérea quietud, sólo rota por los golpes adestajados, en competencia silente, de las diferentes voluntades, al encuentro con sus respectivos deseos pétreos, nos fue enhechizando poco a poco, como bruma cuántica, atérmica, silenciosa e impregnada de aromas de las cercanas mieses recién segadas, bueno cosechadas.
El instante cumbre es cuando un samaritano habitual, nos obsequia con el condensado porrón de claras de casera, exactamente en el momento que nuestro ritmo en los golpes, se lo solicita. Este samaritano se llama, justo es nombrarle, Josemaría, de la muy nombrada familia de los López Gómez.
Las montañas que nos rodean acomodan nuestros martilleos alojando, algunas frecuencias en sus senos, devolviendo los armónicos, que sólo la bóveda, está bóveda, puede heterodinar, resultando así una melodía de apacibilidad sonora.
El tercer día, después de oír en varias ocasiones y a diferentes autores, comentarios sobre los cuernos de demonio que yo insistentemente decía estar descubriendo, estos mantenían que los cuernos salen de la figura, no como los que yo destapaba, que parecían dos amechonados caracolillos.
Siempre he mantenido, que cualquier crítica puede ser buena, si su receptor la acepta y la interpreta en clave positiva, de aquí que desee y espere las vuestras, que ya he demandado en alguna ocasión.
Es en este instante cuando caigo en la cuenta que los demonios que en este mundo andamos, no mostramos nuestros cuernos, es más aprendemos y nos enseñan a ocultarlos, muchas veces con auténticas filigranas de maquillaje y andamiaje físico y psicológico, sin adentrarnos aún en la "asesoría de Imágen", que es una de las formas más perversas de moderno Daemón.
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Deseo y espero que tod@s hayáis tenido un verano o estío pleno de buenos acontecimientos y actividades.
Ahora entiendo lo del hastío del verano, por fín en casita, desde el 9 de Julio.
El día 27 de julio a las 4 de la tarde, estaba en Montejo de San Miguel, me extrañó que no hubiera nadie, ni siquiera los organizadores; enseguida caí en la cuenta que la hora de inicio del taller de cantería eran las 5.
Me senté en la sombra, a la puerta de una casa, en uno de esos cantones que por estos lares, aún quedan como testimonio y testigo de cuentas y cuentos pasados.
Al poco de terminar la conversación, con un vendedor ambulante de vinos de Bodega propia, al que compré unas botellas para su prueba y cata, mientras esperaba; aparecieron los organizadores, a los que ví desde mi cantonal atalaya.
Después de los consabidos saludos e interés por los respectivos miembros familiares, nos conocemos hace ya años, entramos en la materia que nos ocupa.
Piensan los dos hermanos organizadores, que he ido pronto para elegir piedra, nada más lejos de la realidad, ha sido mi despiste el que me ha hecho llegar tan temprano; cuando me preguntan qué idea tengo para tratar de ayudarme en la localización de la piedra más adecuada, respondo que no tengo ninguna idea formada, en ese mismo momento, les pido la más fea, con el ánimo de no estropear la piedra que cualquiera del resto de los 12 ó 14 participantes podría mejorar.
Elegimos la que los tres consideramos más fea. Antes de que empezarán a llegar los compañeros de cantería, ya había iniciado mis primeros macetazos, como no tenía una idea formada de lo que quería hacer, ese pedrusco como yo desde entonces la denominó, sólo me sugería la cabeza de un demonio o daemon.
En la búsqueda de esa figura demoníaca, lo primero que iba surgiendo en su vaciado, eran lo que yo imaginaba los cuernos, a medida que transcurrían los primeros acompasados martilleos de los canteros, alguien se acercó a preguntarme, qué estaba haciendo, dije que no lo estaba haciendo, sino que estaba liberando el demonio que estaba atrapado en su interior, en clara alusión a la frase de Miguel Ángel, de que él con la Pietá lo único que hizo, fue quitar lo que la estaba cubriendo, para dejarla a la vista. En adaptación libre, pues no fue esto, lo que dijo exactamente.
La tarde en su etérea quietud, sólo rota por los golpes adestajados, en competencia silente, de las diferentes voluntades, al encuentro con sus respectivos deseos pétreos, nos fue enhechizando poco a poco, como bruma cuántica, atérmica, silenciosa e impregnada de aromas de las cercanas mieses recién segadas, bueno cosechadas.
El instante cumbre es cuando un samaritano habitual, nos obsequia con el condensado porrón de claras de casera, exactamente en el momento que nuestro ritmo en los golpes, se lo solicita. Este samaritano se llama, justo es nombrarle, Josemaría, de la muy nombrada familia de los López Gómez.
Las montañas que nos rodean acomodan nuestros martilleos alojando, algunas frecuencias en sus senos, devolviendo los armónicos, que sólo la bóveda, está bóveda, puede heterodinar, resultando así una melodía de apacibilidad sonora.
El tercer día, después de oír en varias ocasiones y a diferentes autores, comentarios sobre los cuernos de demonio que yo insistentemente decía estar descubriendo, estos mantenían que los cuernos salen de la figura, no como los que yo destapaba, que parecían dos amechonados caracolillos.
Siempre he mantenido, que cualquier crítica puede ser buena, si su receptor la acepta y la interpreta en clave positiva, de aquí que desee y espere las vuestras, que ya he demandado en alguna ocasión.
Es en este instante cuando caigo en la cuenta que los demonios que en este mundo andamos, no mostramos nuestros cuernos, es más aprendemos y nos enseñan a ocultarlos, muchas veces con auténticas filigranas de maquillaje y andamiaje físico y psicológico, sin adentrarnos aún en la "asesoría de Imágen", que es una de las formas más perversas de moderno Daemón.
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Deseo y espero que tod@s hayáis tenido un verano o estío pleno de buenos acontecimientos y actividades.