Hola a todos.
Pues yo sigo con el mes de Mayo, como Ignacio.
Le recuerdo en Rasueros como un mes de mucha luz. Quizá porque ya el sol se hacía notar, tanto en sus caricias más calientes, como en su empeño en estar alumbrándonos un poquito más.
Ya comentaba que era el preludio de las vacaciones escolares para los chiquillos.
Después del largo y crudo invierno, este mes era una bendición. Un premio por los sabañones y los hielos pasados.
Por nuestro rio pasaba un caudal que con los rayos del Sol parecía de plata. Ya empezábamos a meternos en él para sentir el frescor del agua y la arena en nuestros pies y para pescar peces, renacuajos y ranas en un cubito pequeño, que al cabo de un rato, soltábamos para que siguiesen su camino.
Se escuchaba el griterío de los niños; las niñas más cerca de las mujeres que lavaban su ropa, y los niños se alejaban mas, se iban a los hondones, donde nuestras madres nos prohibían ir por miedo a que nos ahogásemos.
La yerba lucia un verde intenso con montones de florecillas que mirándolo de lejos pareciera un mantel. Había olores. Olor a rio, a hierba, a jabón, a limpio. Nuestras madres o abuelas se afanaban en lavar la ropa con ese jabón que hacían ellas mismas en casa y que dejaba ese olor a limpio. Charlaban de sus cosas; unas más trascendentales y reservadas y otras más alegres y picaronas….. Y después sus carcajadas. Cuando la ropa estaba limpia, la tendían sobre la yerba para secarla y para que el sol la blanquease más.
Cogíamos juncos y los trenzábamos para hacer figuras entrelazándolos.
De noche, el rio era otro mundo. Oscuro, quieto, donde solo se oían los sonidos de los insectos que ya empezaban a poblar el rio y de los búhos o lechuzas.
El rio me ha dado muchos momentos felices en mi infancia, y aun tengo metidos en mi cabeza aquellos olores y colores.
Mayo era también el mes de las comuniones. En su principio se empezaban a preparar los niños dando sus últimos repasos a la catequesis y a preparar ese día tan importante en cada uno de nosotros. Era un día grande para el pueblo, pues el que mas o el que menos estaba emparentado con algún niño.
Terminada la misa, iban a casa del cura a tomar el chocolate con bizcochos. (El chocolate siempre presente, para cualquier acto, o momento. Sera por eso por lo que nos llaman chocolateros).
Después iban a que los viesen las amistades, donde los daban alguna propinilla y los decían lo guapos que estaban.
Por la tarde, se renovaban las Promesas del Bautismo y recitaban cada uno de ellos su poesía.
En Mayo había otro día importante. Decíamos dar la Vara. Consistía en que un cofrade, (en este caso la cofradía Del Santísimo) invitaba a todo el pueblo después de la misa solemne, a tomar bizcochos y limonada. Los bizcochos los hacia el confitero del Ajo, y no hemos comido bizcochos más ricos en nuestra vida.
Como decía, la misa era solemne y tocaba en ella el órgano Víctor el sacristán. También tocaban los músicos, Mola y los Majos. Eso no se olvida.
Lola, cuento todo esto para recordar un poco nuestras costumbres, vivencias, niñez….. Así quizá imagines a tu padre haciendo todas estas cosas y te alivie.
No te preocupes, que seguro que esta con mi padre, charlando los dos arriba de su querido pueblo. Ah, y con la señora Ignacia, la madre de P. Martin.
En nuestro pueblo no ocurrían grandes cosas, ni buenas ni malas, pero éramos felices dentro de ese mundo aun por desarrollar.
Ya iremos hablando de más cosas
Deseo que paséis todos buena noche, y tu, Jaimar, ¿Cómo va esa rehabilitación?
Besos.
Pues yo sigo con el mes de Mayo, como Ignacio.
Le recuerdo en Rasueros como un mes de mucha luz. Quizá porque ya el sol se hacía notar, tanto en sus caricias más calientes, como en su empeño en estar alumbrándonos un poquito más.
Ya comentaba que era el preludio de las vacaciones escolares para los chiquillos.
Después del largo y crudo invierno, este mes era una bendición. Un premio por los sabañones y los hielos pasados.
Por nuestro rio pasaba un caudal que con los rayos del Sol parecía de plata. Ya empezábamos a meternos en él para sentir el frescor del agua y la arena en nuestros pies y para pescar peces, renacuajos y ranas en un cubito pequeño, que al cabo de un rato, soltábamos para que siguiesen su camino.
Se escuchaba el griterío de los niños; las niñas más cerca de las mujeres que lavaban su ropa, y los niños se alejaban mas, se iban a los hondones, donde nuestras madres nos prohibían ir por miedo a que nos ahogásemos.
La yerba lucia un verde intenso con montones de florecillas que mirándolo de lejos pareciera un mantel. Había olores. Olor a rio, a hierba, a jabón, a limpio. Nuestras madres o abuelas se afanaban en lavar la ropa con ese jabón que hacían ellas mismas en casa y que dejaba ese olor a limpio. Charlaban de sus cosas; unas más trascendentales y reservadas y otras más alegres y picaronas….. Y después sus carcajadas. Cuando la ropa estaba limpia, la tendían sobre la yerba para secarla y para que el sol la blanquease más.
Cogíamos juncos y los trenzábamos para hacer figuras entrelazándolos.
De noche, el rio era otro mundo. Oscuro, quieto, donde solo se oían los sonidos de los insectos que ya empezaban a poblar el rio y de los búhos o lechuzas.
El rio me ha dado muchos momentos felices en mi infancia, y aun tengo metidos en mi cabeza aquellos olores y colores.
Mayo era también el mes de las comuniones. En su principio se empezaban a preparar los niños dando sus últimos repasos a la catequesis y a preparar ese día tan importante en cada uno de nosotros. Era un día grande para el pueblo, pues el que mas o el que menos estaba emparentado con algún niño.
Terminada la misa, iban a casa del cura a tomar el chocolate con bizcochos. (El chocolate siempre presente, para cualquier acto, o momento. Sera por eso por lo que nos llaman chocolateros).
Después iban a que los viesen las amistades, donde los daban alguna propinilla y los decían lo guapos que estaban.
Por la tarde, se renovaban las Promesas del Bautismo y recitaban cada uno de ellos su poesía.
En Mayo había otro día importante. Decíamos dar la Vara. Consistía en que un cofrade, (en este caso la cofradía Del Santísimo) invitaba a todo el pueblo después de la misa solemne, a tomar bizcochos y limonada. Los bizcochos los hacia el confitero del Ajo, y no hemos comido bizcochos más ricos en nuestra vida.
Como decía, la misa era solemne y tocaba en ella el órgano Víctor el sacristán. También tocaban los músicos, Mola y los Majos. Eso no se olvida.
Lola, cuento todo esto para recordar un poco nuestras costumbres, vivencias, niñez….. Así quizá imagines a tu padre haciendo todas estas cosas y te alivie.
No te preocupes, que seguro que esta con mi padre, charlando los dos arriba de su querido pueblo. Ah, y con la señora Ignacia, la madre de P. Martin.
En nuestro pueblo no ocurrían grandes cosas, ni buenas ni malas, pero éramos felices dentro de ese mundo aun por desarrollar.
Ya iremos hablando de más cosas
Deseo que paséis todos buena noche, y tu, Jaimar, ¿Cómo va esa rehabilitación?
Besos.