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SAN BARTOLOME DE BEJAR: Antiguamente era costumbre dar sepultura a los cadáveres...

Antiguamente era costumbre dar sepultura a los cadáveres en el interior de las iglesias, y nuestra Parroquia no fue una excepción.
Sin embargo, como el enterramiento es también cuestión de salubridad e higiene el Gobierno de entonces no podía menos de pensar en ello, y al hacerlo, mandar, como mandó en el año 1787, que los cementerios se hicieran en lugares ventilados y distantes de las casas de los vecinos, y hasta en terrenos que por su calidad sean los más á propósito para absorber los miasmas pútridos.
El actual cementerio que ha sido ampliado y cerrado su perímetro con muro de piedra de unos dos metros de altura, se encuentra junto a la ermita de San Marcos Evangelista, aunque no he encontrado datos que avalen de cuando data, se cree que pudieran realizarlos los primeros enterramientos al poco tiempo de ordenar el Gobierno tal disposición.
Hasta hace pocos años los cadáveres se enterraban en aquellas tumbas más antiguas, donde ya habían sido enterrados otros cadáveres y que pasado un tiempo prudencial los cuerpos como tales ya se hubiera descompuesto, no obstante, al cavar en la antigua tumba solían salir restos de cadáveres anteriores como son los huesos.
Actualmente ha aumentado los enterramientos en nichos o tumbas familiares cubiertas por piedra de mármol, cuajándose cada vez más de mausoleos que más que rendir tributo ó recuerdo a seres queridos, parece que tienen por objeto hacer ostentación de riquezas que tan poco favorecen a las creencias y culto católico, y siempre, cuando menos, impropios de aquellos lugares en los que debe reinar la modestia y humildad de nuestra sacrosanta religión. Entiendo que esas costosas sepulturas equivalen a otras tantas profanas demostraciones que hoy suceden en todos los cementerios.
El perímetro del cementerio de forma cuadrangular de unos 150 metros, se encuentra cerrado mediante un muro de piedra de unos dos metros de altura, siendo una de las partes del cerramiento la propia pared de la Ermita de San Marcos Evangelista.
Los que hoy aún habitamos en el mundo de los vivos y que acudimos al menos una vez al año a visitar las tumbas de nuestros seres queridos, cuyos cuerpos reposan en paz. Limpiamos, aseamos, llenamos de flores frescas (naturales o de plástico) sus lugares de reposo eterno y cuando salimos del recinto, tiramos esas flores del año anterior (las de plástico) que tan mal efecto hace en el entorno del cementerio, quedando patente la falta de respeto del autor/a de quien las tira, hacia los vivos.