Acaricio las letras que forman tu nombre, y no se parecen en nada al tacto de tu pelo, ni transmiten el calor rugoso de tus manos.
Acaricio los números de esa fecha maldita, que te dejó tras la losa fría, que por fin te detuvo, y pienso: ¡que bien me vendría creer en un Dios inventado por los hombres, y saber un puñado de oraciones para consolarme...!.
En tanto, transito por este paraíso e infierno que es la vida, tomándome el tiempo en esas pildoritas analgésicas que tanto curan el dolor, pero que para nada son un antídoto eficaz contra el olvido.
Afortunadamente, no se, no puedo, no quiero olvidar.
Sólo mueren los muertos que son olvidados.
Igual que los vivos. ... (ver texto completo)
Acaricio los números de esa fecha maldita, que te dejó tras la losa fría, que por fin te detuvo, y pienso: ¡que bien me vendría creer en un Dios inventado por los hombres, y saber un puñado de oraciones para consolarme...!.
En tanto, transito por este paraíso e infierno que es la vida, tomándome el tiempo en esas pildoritas analgésicas que tanto curan el dolor, pero que para nada son un antídoto eficaz contra el olvido.
Afortunadamente, no se, no puedo, no quiero olvidar.
Sólo mueren los muertos que son olvidados.
Igual que los vivos. ... (ver texto completo)