Apágame los ojos: puedo verte;
ciérrame las orejas: puedo oírte,
y sin pies puedo andar hacia ti,
y aun sin boca puedo invocarte.
Arráncame los brazos y te asiré
con el corazón como con una mano,
detén mi corazón y latirá mi cerebro,
y si incendias mi cerebro
te llevaré en mi sangre.
El fin de semana pasado, ha sido de recogida, preludio de invierno, después del largo puente se verán muchas casas cerradas. Como nido de golondrina.
Y no importa que el otoño luzca espléndido, con los árboles mudando el color del pellejo, desnudándose impúdicos para la primavera reestreno.
Y no importa, que las mañanas sean tibias y claras, y las tardes de incendio, ni que la noche derroche la plata, y que flote en el aire olor a manzanas.
Un manto de tristeza y soledad va... ¡Otoño como nos engañas
con tu esplendor inherente!,
que a pasitos nos llevas,
al invierno y la muerte.