Este comentario va dedicado a un vegato amigo mío, que hoy hace los años.
Va por tí Rey, ¡felicidades!, y un beso.
ANÉCDOTAS DE BAR: DE COMO ATAR CABOS ENTRE LA PRESENTADORA DE LA TELE Y LA VACA DE X.
Andábamos una noche en el bar ya de parte tarde, y con un puntito de juerga, en eso uno dice: ¿y esa presentadora quien es?, está bien buena, está “pa“ ello..., el caso es que miramos todos al televisor, y a renglón seguido pregunta otro, ¡oye X! ¿y esa vaca tuya como era...?, y el resto dijimos, ¡anda, deja ya los bitifi!, ¿que tiene que ver la vaca de X con esa tía buenorra?, y nos contaron la historia, y alcanzamos a intuir cierta interrelación y atamos cabos, es la que sigue:
Cierto ganadero del pueblo
mimaba mucho a una vaca,
y vigilaba con mucho celo
que no se le “amachorrara”.
Pues cuando vendía sus terneritos
se hacía un viaje a Ávila,
a saciar sus básicos instintos
con las buenas ganancias.
La vaca se llamaba “polvazos”
y el nombre bien le cuadraba,
que aún suspira el ganadero
¡que becerrines más buenos me daba!
Y efectivamente, esa noche X (que no es el del cumple), mientras nos contaban la historia, entornó los ojos hacia el techo del bar con la atmósfera cada vez más cargada, y lanzó un suspiro, soltando la frase final de la coplilla, pues para variar con las historietas, esta vez yo fui testigo directo de ella. Luego, nos dio la risa.
Va por tí Rey, ¡felicidades!, y un beso.
ANÉCDOTAS DE BAR: DE COMO ATAR CABOS ENTRE LA PRESENTADORA DE LA TELE Y LA VACA DE X.
Andábamos una noche en el bar ya de parte tarde, y con un puntito de juerga, en eso uno dice: ¿y esa presentadora quien es?, está bien buena, está “pa“ ello..., el caso es que miramos todos al televisor, y a renglón seguido pregunta otro, ¡oye X! ¿y esa vaca tuya como era...?, y el resto dijimos, ¡anda, deja ya los bitifi!, ¿que tiene que ver la vaca de X con esa tía buenorra?, y nos contaron la historia, y alcanzamos a intuir cierta interrelación y atamos cabos, es la que sigue:
Cierto ganadero del pueblo
mimaba mucho a una vaca,
y vigilaba con mucho celo
que no se le “amachorrara”.
Pues cuando vendía sus terneritos
se hacía un viaje a Ávila,
a saciar sus básicos instintos
con las buenas ganancias.
La vaca se llamaba “polvazos”
y el nombre bien le cuadraba,
que aún suspira el ganadero
¡que becerrines más buenos me daba!
Y efectivamente, esa noche X (que no es el del cumple), mientras nos contaban la historia, entornó los ojos hacia el techo del bar con la atmósfera cada vez más cargada, y lanzó un suspiro, soltando la frase final de la coplilla, pues para variar con las historietas, esta vez yo fui testigo directo de ella. Luego, nos dio la risa.