Hoy mi abuela hubiera cumplido noventa y cinco años, en junio de este año, hizo diecinueve que nos dejó. Por encima de números, de fechas, ella fue, es, una de las personas más importantes de mi vida, con la que tuve el enorme privilegio, la tremenda suerte de compartir muchos momentos y años de mi vida. De imposible olvido.
Hay veces que me asalta tu recuerdo,
me muerde me clava sus dientes
no todo lo cura,. falla...,
la tirita del tiempo.
Mano guía de niñez
asidero adolescente,
mi primera orfandad
siempre será tu muerte.
Y hoy quisiera ser
de nuevo aquella niña,
que descubría que el moño
era la cárcel de tu pelo,
que nunca te vio llorar
rara vez el ceño fiero.
Gigante de los espacios
segura firme valiente,
a tu lado se esfumaban
los terrores y los miedos.
Desde tu marcha
se quedó sin cuerda
tu reloj “campano”,
y las ondas están perdidas
sin el dial de tu radio,
mudos, desiertos de voz
aquellos tus vocablos,
¡como nos reímos
aún al recordarlos...!
¡odiar la sopa!
lo peor de tu herencia
y es que nunca fuiste
una buena cocinera.
Y a veces si estoy sola
y tu recuerdo me abraza,
vuelvo por mi nostalgia
a ser aquella niña,
que a la luz del candil
cantaba la catripola,
refugiada en tu halda.
Gigante de los espacios
tu vacante nadie llena.
Hay veces que me asalta tu recuerdo,
me muerde me clava sus dientes
no todo lo cura,. falla...,
la tirita del tiempo.
Mano guía de niñez
asidero adolescente,
mi primera orfandad
siempre será tu muerte.
Y hoy quisiera ser
de nuevo aquella niña,
que descubría que el moño
era la cárcel de tu pelo,
que nunca te vio llorar
rara vez el ceño fiero.
Gigante de los espacios
segura firme valiente,
a tu lado se esfumaban
los terrores y los miedos.
Desde tu marcha
se quedó sin cuerda
tu reloj “campano”,
y las ondas están perdidas
sin el dial de tu radio,
mudos, desiertos de voz
aquellos tus vocablos,
¡como nos reímos
aún al recordarlos...!
¡odiar la sopa!
lo peor de tu herencia
y es que nunca fuiste
una buena cocinera.
Y a veces si estoy sola
y tu recuerdo me abraza,
vuelvo por mi nostalgia
a ser aquella niña,
que a la luz del candil
cantaba la catripola,
refugiada en tu halda.
Gigante de los espacios
tu vacante nadie llena.