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SANTA MARIA DEL BERROCAL: AMOR EN PAJAS...

AMOR EN PAJAS

Nos situamos en década de 1.950 y 1.960 en el Valle del Corneja, (Ávila). Zona de muchos pañeros, vendedores ambulantes con mulas y también con carros tirados con caballerías por las Dos Castillas.
Fue mi primer viaje, que duro más de dos meses como pañero por tierras segovianas, cuando los coches eran para unos pocos privilegiados.
Surcaba yo los caminos de mi España, con mi mula y mi carro sucedió una tarde de verano con el sol casi moribundo, se acercaba la noche, agotados mi mula y yo por el camino y el calor.
Hacia una hora que había pasado Fresnedas de Cuellar, aún me quedaban más de dos leguas para llegar a la posada del pueblo de Cuellar (Segovia). Me vi obligado a suplicar me dejaran pasar la noche en un caserío muy grande de labranza al lado de la carretera, que era de los Hernández ricos labradores y católicos.
Por compasión y por dar posada al peregrino me dieron aposento ya que no era una posada, cinco yuntas daban las últimas vueltas de las parvas de trigo y cebada que trillaban, eran muchos los que trabajaban en la recolección de la finca.
Me dieron a elegir para dormir en un portalón donde dormían hombres en sacas de paja en el suelo los que allí eventualmente trabajaban en la recolección, o encima de la nueva paja que estaba fuera, cerca del portalón. En frente dormían en una nave las mujeres eventuales que trabajaban en la recolección.
Eché mis jóvenes huesos, sujeté mi espalda y acomodé mi culo sobre una montaña de paja, me cubrí con una manta de campo de las que yo vendía, ya que la noche era oscura y fresca no quería salir la luna, sólo se podía contemplar unas pocas estrellas, como mojadas por el rocío de la noche, boca arriba mirando el cielo y pensando. Estábamos separados visualmente por el montón de paja pero se oía el fuerte respirar de los que al lado dormían en el portalón, sobre el sueño ciego y profundo por el cansancio producido por tan duros trabajos del campo, yo contemplando el cielo me quedé dormido.

1

De pronto me desperté porque al lado derecho algo se acercaba a mí muy lentamente, en silencio se aproximaba con un ligero sonido musical de las pajas. Tuve miedo, todo mi cuerpo estaba alerta para gritar o salir corriendo, de pronto una mano sobre mi cuerpo, una mano grande y trabajada, dura pero de mujer.
Mi cuerpo no pudo reaccionar, como congelado, pegado al suelo quieto e inmóvil, como si algo me impidiera moverme o gritar me quedé, mientras la mano me acariciaba con mucha dulzura y cariño, todo transcurría en silencio y sin palabras.
Yo con los ojos más cerrados que abiertos estaba como ausente no quería ver la realidad, estaba como soñando viviendo en otro mundo, no quería que terminara, de pronto unos labios gruesos y cálidos invadieron los míos y me taparon la boca, con eso quería justificarme conmigo mismo que no podía defenderme ni gritar, como atraído por un imán mi cuerpo no intentaba esquivarlos. De pronto unos redondos y anchos muslos cayeron sobre mis finas piernas, se enlazaron y hacían ventosa como un pulpo. Sentí a lo largo y ancho de mi cuerpo, un cuerpo de mujer que se fundía dentro del mío.

De pronto mi cuerpo como por arte de magia quedó relajado, mis temores eran placeres intensos como nunca había imaginado y mis manos se soltaron y se pusieron a explorar terrenos desconocidos, al buscar en la oscuridad se toparon con unos hermosos y tensos pechos, hundí mis dedos en una tierra pantanosa de la pubis de una montaña, un apretado culo giraba y giraba como el retornar de las olas, se movía como un amasadora.
Una inmensa mata de pelo liso acariciaba mi cara y unas largas pestañas como alas de mariposas suaves como la seda me abanicaba, ni una palabra salió de las bocas sedientas y anónimas, era como si los cuerpos se conocieran de siempre y hubieran bailado siempre la misma pieza.
Es maravilloso hacer el amor con temor vigilados por varias personas que por nada del mundo deben ser despertadas, es bonito el amor con límites, en silencio y callados.

2

Lo cierto es que todo se puede hacer aunque cueste, porque los cuerpos se entienden, con la boca cerrada sin luz y sin señas, porque saben lo que quieren, necesitan y lo que desean, sin necesidad de que nadie les enseñe, y giran sobre su mismo eje como la tierra y se mueven al tacto como la aurora.
De pronto junto a mí la desconocida quedó bruscamente dormida. Ante aquella situación tan espantosa con miedo a meter ruido mi cuerpo se quedó inmóvil, me parecía que pronto empezaría a colorear el día y los que allí dormían al lado la encontrarían junto a mí, que era forastero era una situación angustiosa, más algo sucedió de repente que nunca llegue a entender, yo me quedé profundamente dormido.
Al estirar el brazo en la ausencia de un hoyo vacío, sobresaltado me desperté al no encontrar nada mi mano. Aún tibia estaba la paja y el bonito molde de su cuerpo permanecía como una fotografía. Me alegré de su ausencia por las circunstancias tan comprometidas, quería que estuviera allí pero invisible.
Cuando el día empezó a colorear y los gallos a cantar, mujeres y hombres se fueron a trabajar. Yo me quede sólo, con pena tapé el molde perfecto de su dulce cuerpo, me quede traspuesto en contra de mi voluntad hasta las ocho de la mañana, me dirigí a echar de comer a la caballería un poco nervioso por el retaso involuntario, debería haber partido de camino antes de las ocho. Mientras comió la caballería y la enganche al carro llegaron las nueve de la mañana, me dirijo a la casa de los señores a despedirme y agradecer su hospitalidad.
Cuando a las nueve y cinco tocaron la campana para almorzar, me pidieron encarecidamente que me quedara almorzar con ellos, lo más razonable es que no lo hiciera y desayunara en el camino, para ganar tiempo, aun me quedaban dos horas para llegar a vender en Cuellar y llevaba más de una de retraso. Una fuerza mayor me impedía salir, estaba deseando conocer a todas las mujeres que allí trabajaban.

Autor Fausto Díaz, Sánchez,” Pañero.”