El
pueblo tenía su local de
Ayuntamiento donde se reunían para tratar las cosas del pueblo y lo utilizaban para muchas actividades según las
costumbres de aquellos tiempos: celebraban las elecciones tanto municipales como las de las Cortes, tallaban a los quintos, remataban los pastos, remataban las mandas de
San Antón y rifaban el famoso bollo de la
fiesta. Se utilizaba para todos los
bailes, se utilizaba para hacer comedias como la de don Juan Tenorio por los vecinos del pueblo.
También tenían un alguacil que con una bocina pregonaba por las
calles del pueblo diciendo: “Por orden del señor alcalde, hago saber a todos los vecinos que se rematan los pastos...”
Tenían una
escuela mixta con su buen maestro.
Había
iglesia con su sacerdote.
También una
fragua con su herrero,
corral de Concejo, donde se cerraban los animales que se iban a los sembrados. Había un guarda para guardar los sembrados, había una
posada con muy buenas
cuadras para los arrieros y una taberna.
Había
médico que pasaba consulta por las
casas de los enfermos. Residía en
Mediana de Voltoya.
El
correo recogía la correspondencia en
Ávila y tenía que hacer la distancia de 14 kilómetros andando o en burro.
También había un estanco y alguna
tienda muy pequeña de ultramarinos.
Estos colonos casi se autoabastecían con lo que ellos mismos producían; solían ir a Ávila a
caballo o en burro, sobre todo, los viernes, para
comprar lo que ellos no tenían.
Todo el coto redondo era propiedad del Duque, incluidas las casas de los colonos y también las cuadras,
pajares, y encerraderos donde tenían sus
ganados. Solamente eran de su propiedad el ajuar y sus ganados.
En aquellos tiempos había mucha
ganadería:
ovejas,
vacas,
yeguas y burros; además cada colono solía tener dos
cabras,
cerdos y gallinas que les servían para el sustento de todo el año. Los colonos que tenían ovejas, tenían un pastor cada uno; pero las vacas salían al
campo en las manadas: las cerriles y las domadas. Estas eran de todos los colonos. Lo mismo pasaba con las cabras y los marranos: salían todos juntos con un guardián y, por la
noche, cada uno sabía dónde estaba su dormitorio y pesebre.
En la montanera de la bellota, cada colono llevaba los marranos que le correspondían según la tierra que labraba y después, a hacer la
matanza. Las gallinas estaban en los
corrales, pero salían por las calles del pueblo, pero cada gallina ponía el huevo en el corral de su amo.
En aquellos tiempos, la labores del campo se hacían con las parejas de vacas,
toros,
caballos y burros y el célebre arado
romano. La siega del heno se hacía con guadaña y la siega de cereales, con la hoz. Los
veranos eran bastante largos; todo tenía que hacerse con el
trillo y herramientas de
verano como la orca, el orcate, la pala, el gario... Y para medir el grano se usaba el celemín, la cuartilla y la media fanega.
Pero además del trabajo, tenían sus
deportes y sus
fiestas. Como
deporte favorito, la calva y las cartas. En fiestas, tenían el día de San Antón, el 17 de enero (fiesta que nosotros hemos perdido), el resto de las fiestas las conservamos igual o parecidas.
Además de la ganadería y la
agricultura, tenían
huertos: los huertos de arriba, los entremuertos y los de la vega. Estos huertos se regaban con el
agua del
río, de donde sacaban una cacera que regaba los huertos de arriba, los entremuertos y pasaba una cacera de agua por el pueblo y otra cacera por los huertos de la vega. La mayoría sembraban patatas para consumo.
El trigo y demás cereales los molían en el
molino del Quemao, que molía con la presión del agua; y era del Duque. El molinero era de
Ojos Albos. En el molino, del trigo se separaba la harina del salvado. Era trigo candeal. De la harina se hacía el
pan en medianas grandes, que eran cocidas en los muchos
hornos que en el pueblo había. El
horno se alimentaba con leña, tomillos, piornos o meaperros y el pan era muy bueno. Por lo general, hacían una hornada de fanega y media de trigo y les duraba el pan quince días. Para que se les conservara mejor, solían tener unas nasas en forma de
cuba hechas de paja y mimbre. También se prestaban unos a otros las medianas para gastarlas más pronto. También se hacían muy buenos bollos o mantecados para las fiestas.
Además de los colonos que labraban las tierras del duque, en el pueblo había otros vecinos que no eran colonos, como el herrero, el correo, el albardero, albañiles, poceros y los que guardaban los ganados (pastores, vaqueros, yegüeros, cabreros y porqueros). Estos eran asalariados de los colonos y cobraban en especie todos los meses. Los pastores cobraban fanega y media de trigo y algo en metálico; los vaqueros y demás guardianes cobraban por las casas según el
ganado que guardasen un celemín de trigo.
Las
bodas, siempre las hacían en el pueblo. Por lo general sacrificaban una ternera y solían durar tres días. Después de la ceremonia de la iglesia se iba al ayuntamiento.
Además, había mucha ganadería de ovejas, vacas, yeguas, burros, cerdos y gallinas por las calles. Se labraban y sembraban todas las parcelas, tanto de trigo como de centeno. Al haber muchas ovejas, había mucho abono para las tierras, que producían mucho trigo y centeno. En los huertos se sembraban patatas y alubias. Había unos ochenta pares par labrar las parcelas. Cuando salían del pueblo, los
caminos se llenaban de labradores.
Por estos años, el término de Urraca era muy conocido por todos los alrededores por los buenos pastos que tenía. Algún año, los parceleros que no tenían ovejas los arrendaban a otros
pueblos de la provincia.
El Ayuntamiento de
Urraca Miguel no tenía ninguna propiedad. El presupuesto municipal lo recaudaba de los impuestos que gravaba como tránsito de ganado, impuesto de
carros y otros que pagaban las dehesas que componían el municipio como Serones, Ciervos y Valdihuelo. Los gastos no eran muchos: pagar al secretario, al alguacil, al gaitilla y el tambor de las fiestas de San Miguel Arcángel (patrón del pueblo) y el día de la fiesta 2 de julio (fiesta de la
Virgen del Rosario) y gastos extraordinarios de oficina y viajes.
Hasta hace pocos años, las
estaciones del año eran más uniformadas, en
invierno nevaba mucho y los
campos se nutrían de agua para tener reservas; también helaba mucho y el hielo sujetaba la
nieve en las
montañas. En la
primavera solía
llover bastante, lo que hacía que los campos produjesen bastante. En los veranos, también alguna
tormenta nos daba un día de fiesta porque nos mojaba los prados y no se podía
trillar, pero por lo general eran secos. Había un refrán que decía:”El que no termina de eras por San Bartolomé (24 de agosto), agua en él”. En el
otoño también llovía para empezar la sementera. Como nevaba mucho y llovía bastante, los
ríos no se secaban y había peces en ellos; el campo estaba muy alegre porque además de los pastores y de los labradores que se les oía cantar y ladrar a sus perros y los cencerros de las ovejas, había también muchos pájaros, entre ellos, muchas perdices que por las mañanas cantaban sin cesar, las urracas grajeaban en los zarzales acompañadas de los jilgueros y los ruiseñores. No faltaba el célebre gorrión que por las calles iba a saltitos recogiendo algún grano de trigo. También había en los campos bastantes conejos y liebres, culebras, lagartos, erizos, lagartijas... también alguna zona tenía víboras que solían picar a las ovejas en la cabeza y si no les sacabas el veneno se morían.