Sí señor, este es el Barrero en el que de niños "pescábamos" ranas, renacuajos, otra suerte de raros engendros que denominábamos "abortos", contemplábamos el vuelo de las libélulas sobre las
aguas, competíamos lanzando
piedras y tejones rasantes para que "botaran" el mayor número de veces posible sobre la superficie del
agua, nos iniciábamos en la navegación y, en definitiva, disfrutábamos de preciosos, largos e irrepetibles atardeceres primaverales entre los juncos de sus orillas. Pero ya sólo nos
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