LA CAPA ESPAÑOLA EN COLMENAR VIEJO Y MADRID.
Visto y contado por Fausto Díaz Sánchez.
Hoy quiero recordar una prenda con historia, de una belleza
Impresionante: la capa española. Pocas prendas sobreviven a
los avatares de las modas y la publicidad; todas son arrastradas
por las riadas de las tormentas de los nuevos tiempos; algunas
se resisten a morir, como la capa, todavía viva en la agonía, en
el sosiego de la tradición y la cultura, como un traje regional o
nacional, es decir: como folclorismo, castizo, popular, al igual
que el abanico, la peineta, la mantilla, el sombrero, el frac, el esmoquin,
el chaqué, etc.
La capa yo la tengo entre las elegidas para el triunfo y la gloria,
es la rosa entre las flores, y la amapola que más brilla en el
trigal textil.
La capa española, ya sea castellana, andaluza, catalana, o madrileña,
es la prenda que más aporta a la cultura y a la elegancia.
Es curioso que fueran los franceses los que la bautizaran con
este nombre en la época de Napoleón. Las conversaciones entre
franceses decían: “Venían unos españoles con capa”, “iban españoles
con capa”, “la capa de los españoles”, etc. Se quedó con el
nombre de la capa Española. También porque se usaba en toda
España. Con ella hemos conquistado y perdido América, se ha
paseado en batallas y revoluciones, atracos, asesinatos, duelos,
entierros, amores y desamores, se ha besado bajo ella. En resumen:
es nuestra bandera.
¡VIVA LA CAPA ESPAÑOLA!
Fausto Díaz Sánchez
82 83
Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca
Pocas prendas tienen la suerte de estar avaladas, inmortalizadas,
por Velázquez, por Goya; de embellecer el entierro del
Conde de Orgaz, de ser paseada a hombros por Reyes, poetas,
políticos, duques, marqueses, pintores, maestros del toreo y
Grandes de España, como el Duque de Alba, el Marqués de la
Valdavia y Caballeros de la Cruz de Isabel la Católica, como el
Marqués de Campo, etc. De tapar a Luis Candelas, de guardar
sus cosas bajo ella, la capa que trajo el Papa Juan Pablo II en los
viajes a España y otros países, aun cuando cambiase el color por
rojo, cuántas capas bendecidas por la Custodia en las procesiones.
El canario don Benito Pérez Galdós salía siempre al camino
de su pluma y la vestía de negro en sus novelas; en el personaje
usurero de Francisco Torquemada le definía con dos capas: la
flamante para personas distinguidas, y la parda para negocios
con gentes humildes, pero también veía y dibujaba con su pluma
muchas capas en las casas de empeño. Pasó también a la historia
por su prohibición; fue perseguida junto con el sombrero gacho
redondo, aunque con poco éxito, por el Marqués de Esquilache,
en el reinado de Carlos III, por el hecho de poderse embozar el
rostro bajo la capa y, al mismo tiempo, la culpaban de que, bajo
su elegancia, podían esconder contrabando o pistola.
Siempre fui un enamorado de la capa española. Me siento
cómodo y a gusto, amigo lector, escribiendo y hablando de ella,
por varias razones, tal vez una de las más importantes para mí,
sea por mi oficio; a los 12 años era ya pañero, como muchos de
mi tierra del Valle del Corneja, Ávila, que vendíamos paños por
toda España; empezamos con un carro y una mula, después con
vehículo; ahora, después de más de medio siglo, seguimos vendiendo
prendas textiles, algunas de Béjar, en nuestros establecimientos
de Almacenes Europa.
Visto y contado por Fausto Díaz Sánchez.
Hoy quiero recordar una prenda con historia, de una belleza
Impresionante: la capa española. Pocas prendas sobreviven a
los avatares de las modas y la publicidad; todas son arrastradas
por las riadas de las tormentas de los nuevos tiempos; algunas
se resisten a morir, como la capa, todavía viva en la agonía, en
el sosiego de la tradición y la cultura, como un traje regional o
nacional, es decir: como folclorismo, castizo, popular, al igual
que el abanico, la peineta, la mantilla, el sombrero, el frac, el esmoquin,
el chaqué, etc.
La capa yo la tengo entre las elegidas para el triunfo y la gloria,
es la rosa entre las flores, y la amapola que más brilla en el
trigal textil.
La capa española, ya sea castellana, andaluza, catalana, o madrileña,
es la prenda que más aporta a la cultura y a la elegancia.
Es curioso que fueran los franceses los que la bautizaran con
este nombre en la época de Napoleón. Las conversaciones entre
franceses decían: “Venían unos españoles con capa”, “iban españoles
con capa”, “la capa de los españoles”, etc. Se quedó con el
nombre de la capa Española. También porque se usaba en toda
España. Con ella hemos conquistado y perdido América, se ha
paseado en batallas y revoluciones, atracos, asesinatos, duelos,
entierros, amores y desamores, se ha besado bajo ella. En resumen:
es nuestra bandera.
¡VIVA LA CAPA ESPAÑOLA!
Fausto Díaz Sánchez
82 83
Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca
Pocas prendas tienen la suerte de estar avaladas, inmortalizadas,
por Velázquez, por Goya; de embellecer el entierro del
Conde de Orgaz, de ser paseada a hombros por Reyes, poetas,
políticos, duques, marqueses, pintores, maestros del toreo y
Grandes de España, como el Duque de Alba, el Marqués de la
Valdavia y Caballeros de la Cruz de Isabel la Católica, como el
Marqués de Campo, etc. De tapar a Luis Candelas, de guardar
sus cosas bajo ella, la capa que trajo el Papa Juan Pablo II en los
viajes a España y otros países, aun cuando cambiase el color por
rojo, cuántas capas bendecidas por la Custodia en las procesiones.
El canario don Benito Pérez Galdós salía siempre al camino
de su pluma y la vestía de negro en sus novelas; en el personaje
usurero de Francisco Torquemada le definía con dos capas: la
flamante para personas distinguidas, y la parda para negocios
con gentes humildes, pero también veía y dibujaba con su pluma
muchas capas en las casas de empeño. Pasó también a la historia
por su prohibición; fue perseguida junto con el sombrero gacho
redondo, aunque con poco éxito, por el Marqués de Esquilache,
en el reinado de Carlos III, por el hecho de poderse embozar el
rostro bajo la capa y, al mismo tiempo, la culpaban de que, bajo
su elegancia, podían esconder contrabando o pistola.
Siempre fui un enamorado de la capa española. Me siento
cómodo y a gusto, amigo lector, escribiendo y hablando de ella,
por varias razones, tal vez una de las más importantes para mí,
sea por mi oficio; a los 12 años era ya pañero, como muchos de
mi tierra del Valle del Corneja, Ávila, que vendíamos paños por
toda España; empezamos con un carro y una mula, después con
vehículo; ahora, después de más de medio siglo, seguimos vendiendo
prendas textiles, algunas de Béjar, en nuestros establecimientos
de Almacenes Europa.