Las primeras capas.
En continuación de los dos mensajes anteriores
No cabe duda de que nuestra especie viene al mundo sin capa
y sin pudor, pero, unos por frío, otros por religiones y otros por
pudor, nos tapamos nuestras vergüenzas, no fuera que alguien
nos robara nuestras cosas y nos quedáramos sin sexo, como los
ángeles, por eso empezamos a taparnos con hojas y pieles. Digamos
que entonces empezó la capa que todo lo tapa, muchos
siglos después, la toga romana era algo parecido. Durante la
reconquista española se usó mucho la capa. Todas las culturas
del mundo tienen una vestimenta que les distingue. Los escoceses
y griegos las faldas que exhiben con orgullo, en la vida civil
y militar, los árabes su túnica, los japoneses los kimonos. Los
españoles tenemos muchos más motivos para llevarla con el
máximo orgullo, porque es una prenda muy elegante, dando una
sensación de seriedad; nuestra capa española. Nos ha acompaña-
do por nuestras épocas más ruines y más gloriosas. Tapados en
ellas se ha conquistado y perdido América, se han creado obras
de arte y literatura, se ha llevado en batallas y revoluciones, atracos
y asesinatos, en muchas películas, una de las últimas la del
Capitán Alatriste, los Regulares en el ejército español, en amores
y desamores, en resumen; compañera fiel durante siglos.
Desde el siglo XV, como comentaba anteriormente, el uso de
la capa se desarrolla con más impulso gracias a los Duques de
Béjar, la fabricación de un paño de altísima calidad muy apropiado
para la capa, interesados en ponerla de moda, cosa que
consiguieron de lleno. Hoy día se sigue utilizando el paño de
Béjar para la capa española.
Llegamos a la capa militar de Zorrilla y Calderón, la galante
de D. Juan Tenorio o la villana del Alcalde de Zalamea, las del
Rey Felipe II; o de Carlos III. Los capotes militares de las trincheras
de Teruel, los de la zona nacional durante la guerra civil.
Los paños se hicieron en Béjar, la capas eclesiales, también de los
toreros o torear de capa, la que usan los cocheros, la capa de la
novela de Benito Pérez Galdós, la capa de las órdenes militares
de caballería, de los alguaciles. Cuando la capa se convierte en
capote todo cambia, toma un tono militar o taurino, o capotillos,
que es vistoso capote de lujo, conocido como capote de paseo.
De una manera o de otra, embozados en sus capas, humeantes
pipas o cachimbas, a veces el humo se enreda y humea entre
sus blancas barbas, o sus retorcidos bigotes... podía seguir llenando
páginas y páginas de batallas y duelos ganados por la capa
española.
¿Cómo podemos describir la capa de hoy día?
Según el diccionario de la Lengua Española, la capa es una
prenda de vestir larga y suelta, sin mangas, y abierta por delante
que se sujeta al cuello y cubre casi todo el cuerpo, ensanchándose
gradualmente hacia la parte inferior, que sirve para ponérsela
encima del vestido o traje. Se llama “española” o “pañosa” la de
hombre de paño, amplísima de vuelo y con unas bandas de terciopelo
de color vivo.
El paño se hace exclusivamente en la bella ciudad de Béjar
(Salamanca), cuya fama es mundialmente conocida por sus especiales
características; el material es lana de oveja. Desde principios
del siglo pasado hasta mediados, había muchos batanes en
el río Tormes. Los más nombrados eran los del puente El Congosto
y más aún los de Encinares de la Horcajada, conocida por
la Máquina, se llamaban Industrias Laneras Castellanas, S. A.,
que comenté al principio. Pero el toque final, muy especial para
el tinte, era el agua del río Cuerpo de Hombre, que discurre por
Béjar a 950 metros de altitud.
La forma tan especial de tejer, que hicieron famosísimos los
paños de Béjar, se debía a que era un paño que al cortar no se
deshilachaba y podía dejar el corte sin rematar, de manera que
no se salían los hilos, de ahí viene el refrán: “El buen paño en el
arca se vende” y el de Béjar se vendía bien. Una vez que ya tenemos
descrito el paño, metidos en costura, cogemos las tijeras y
vamos juntos a hacer la capa.
Se ha de comprar de 4,50 a 5 metros de doble ancho del
famoso paño, según la altura de la persona; los colores más
Fausto Díaz Sánchez
90 91
Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca
clásicos son el marino y el negro, pero también puede ser verde
botella, marrón, etc. Estos últimos se venden más para mujeres
que son las que han salvado la capa, ya que, afortunadamente,
en los últimos años las llevan más que los hombres.
Generalmente hay dos clases de capas, lisas y bordadas, a
mano o a máquina. La capa clásica rompe su seriedad con su
vuelo y el forro de colores muy vivos; los que mejor van son rojo,
granate y verde.
LA CAPA ESPAÑOLA EN COLMENAR VIEJO
Es un honor y un placer para mí escribir sobre esta popular
prenda, de este pueblo y esta comarca. Este nuevo artículo es
un homenaje a la pañosa y a un enamorado de la capa española,
vecino de este pueblo.
En Colmenar Viejo, como en todos los pueblos de las dos
Castillas, también hubo capas de pastores, de toreros, de curas,
de ricos y pobres, los unos y los otros con un mismo fin, españolismo,
que hoy no viene nada mal.
Me contaron que Manolo Puente fue un enamorado de la
capa, Alcalde de Colmenar por el año 1935, que vivió en la calle
Real esquina a la calle Socorro. La llevaba a diario, era un amante
de la capa, murió en la guerra civil española.
De las últimas capas en Colmenar, yo recuerdo a uno que
la llevaba a diario, don Félix Mansilla Puente, también Loreto
Núñez y su tío Manolo, Carlos Cancela López, Alfonso Mansilla,
Fernando Cabañas, y un tal Pepe, del que no recuerdo su apellido.
Sebastián Martos la sigue llevando hoy día a diario, vive en
Fuente Santa. Rufo Rubio, José Luis Alarcón Cuenca, Manolo
Alcalá, José Luis García, Dr. Antonio Muñoz Aguilar, vecino de
Santa Lucía. Dr. Parcero y Juan Manuel Mansilla, que fue Alcalde
de Colmenar, por Alianza Popular, etc.
Emiliano González, Mari Zunzunegi Revuelta, Dra. Grisela
Losada Fernández, Fausto Díaz Sánchez, Carmen Ramos, Alejandro
Merino, Félix Bartolomé Bartolomé y su esposa Mari
Tere Cobeña, Félix Carcia Fermosell, Otilia Martínez. Todos son
socios de “Amigos de la Capa de Madrid”.
Otros muchos la llevan sin ponérsela, porque la aman. Muchos
no llevan la capa por un complejo de timidez, temen no saber
manejarla o llamar la atención. Lo cierto es que nunca se siente
el hombre más seguro de sí mismo que cuando lleva la pañosa.
De Jiménez y Barroso.
Para vestir una capa,
Hay que saberla llevar.
Sentir orgullo en lucirla,
Ser español de Verdad.
Como se quiere a una madre,
con un cariño de verdad,
así yo quiero a mi capa
porque es la prenda inmortal.
Yo lo compruebo cuando vamos a las procesiones de Madrid,
cómo somos aplaudidos por el público que se agolpa en las aceras
y dicen: ¡viva la capa española!
Amar la capa, es amar a Colmenar, a Madrid y a España.
En este caso, para que no resulte demasiado largo, me tengo
que decidir por un solo personaje amante de la capa española en
Colmenar Viejo. No lo hago como distinción, sino como justicia.
Permíteme, querido lector, que te agradezca mucho que continúes
con paciencia hasta el final de este escrito.
Recuerdo muy bien, como si fuera hoy mismo, a una persona
con capa, muy conocida por varios motivos que paso a contarte.
Este hombre era un enamorado de la capa, la llevó con la
máxima elegancia y distinción, la movía como nadie, era como
una percha andante, era un buen jinete. En la temporada de la
capa la usaba a diario, es decir, no salía de casa sin ella. Estoy
seguro de que, con estos detalles, sabes de quién estoy hablando
y que estás de acuerdo con mi comentario.
Pero, por si no eres de Colmenar, te digo quién era este conocido
personaje; era don Félix Mansilla Puente, hijo del procurador
En continuación de los dos mensajes anteriores
No cabe duda de que nuestra especie viene al mundo sin capa
y sin pudor, pero, unos por frío, otros por religiones y otros por
pudor, nos tapamos nuestras vergüenzas, no fuera que alguien
nos robara nuestras cosas y nos quedáramos sin sexo, como los
ángeles, por eso empezamos a taparnos con hojas y pieles. Digamos
que entonces empezó la capa que todo lo tapa, muchos
siglos después, la toga romana era algo parecido. Durante la
reconquista española se usó mucho la capa. Todas las culturas
del mundo tienen una vestimenta que les distingue. Los escoceses
y griegos las faldas que exhiben con orgullo, en la vida civil
y militar, los árabes su túnica, los japoneses los kimonos. Los
españoles tenemos muchos más motivos para llevarla con el
máximo orgullo, porque es una prenda muy elegante, dando una
sensación de seriedad; nuestra capa española. Nos ha acompaña-
do por nuestras épocas más ruines y más gloriosas. Tapados en
ellas se ha conquistado y perdido América, se han creado obras
de arte y literatura, se ha llevado en batallas y revoluciones, atracos
y asesinatos, en muchas películas, una de las últimas la del
Capitán Alatriste, los Regulares en el ejército español, en amores
y desamores, en resumen; compañera fiel durante siglos.
Desde el siglo XV, como comentaba anteriormente, el uso de
la capa se desarrolla con más impulso gracias a los Duques de
Béjar, la fabricación de un paño de altísima calidad muy apropiado
para la capa, interesados en ponerla de moda, cosa que
consiguieron de lleno. Hoy día se sigue utilizando el paño de
Béjar para la capa española.
Llegamos a la capa militar de Zorrilla y Calderón, la galante
de D. Juan Tenorio o la villana del Alcalde de Zalamea, las del
Rey Felipe II; o de Carlos III. Los capotes militares de las trincheras
de Teruel, los de la zona nacional durante la guerra civil.
Los paños se hicieron en Béjar, la capas eclesiales, también de los
toreros o torear de capa, la que usan los cocheros, la capa de la
novela de Benito Pérez Galdós, la capa de las órdenes militares
de caballería, de los alguaciles. Cuando la capa se convierte en
capote todo cambia, toma un tono militar o taurino, o capotillos,
que es vistoso capote de lujo, conocido como capote de paseo.
De una manera o de otra, embozados en sus capas, humeantes
pipas o cachimbas, a veces el humo se enreda y humea entre
sus blancas barbas, o sus retorcidos bigotes... podía seguir llenando
páginas y páginas de batallas y duelos ganados por la capa
española.
¿Cómo podemos describir la capa de hoy día?
Según el diccionario de la Lengua Española, la capa es una
prenda de vestir larga y suelta, sin mangas, y abierta por delante
que se sujeta al cuello y cubre casi todo el cuerpo, ensanchándose
gradualmente hacia la parte inferior, que sirve para ponérsela
encima del vestido o traje. Se llama “española” o “pañosa” la de
hombre de paño, amplísima de vuelo y con unas bandas de terciopelo
de color vivo.
El paño se hace exclusivamente en la bella ciudad de Béjar
(Salamanca), cuya fama es mundialmente conocida por sus especiales
características; el material es lana de oveja. Desde principios
del siglo pasado hasta mediados, había muchos batanes en
el río Tormes. Los más nombrados eran los del puente El Congosto
y más aún los de Encinares de la Horcajada, conocida por
la Máquina, se llamaban Industrias Laneras Castellanas, S. A.,
que comenté al principio. Pero el toque final, muy especial para
el tinte, era el agua del río Cuerpo de Hombre, que discurre por
Béjar a 950 metros de altitud.
La forma tan especial de tejer, que hicieron famosísimos los
paños de Béjar, se debía a que era un paño que al cortar no se
deshilachaba y podía dejar el corte sin rematar, de manera que
no se salían los hilos, de ahí viene el refrán: “El buen paño en el
arca se vende” y el de Béjar se vendía bien. Una vez que ya tenemos
descrito el paño, metidos en costura, cogemos las tijeras y
vamos juntos a hacer la capa.
Se ha de comprar de 4,50 a 5 metros de doble ancho del
famoso paño, según la altura de la persona; los colores más
Fausto Díaz Sánchez
90 91
Mis memorias, recuerdos, historias, de esta comarca
clásicos son el marino y el negro, pero también puede ser verde
botella, marrón, etc. Estos últimos se venden más para mujeres
que son las que han salvado la capa, ya que, afortunadamente,
en los últimos años las llevan más que los hombres.
Generalmente hay dos clases de capas, lisas y bordadas, a
mano o a máquina. La capa clásica rompe su seriedad con su
vuelo y el forro de colores muy vivos; los que mejor van son rojo,
granate y verde.
LA CAPA ESPAÑOLA EN COLMENAR VIEJO
Es un honor y un placer para mí escribir sobre esta popular
prenda, de este pueblo y esta comarca. Este nuevo artículo es
un homenaje a la pañosa y a un enamorado de la capa española,
vecino de este pueblo.
En Colmenar Viejo, como en todos los pueblos de las dos
Castillas, también hubo capas de pastores, de toreros, de curas,
de ricos y pobres, los unos y los otros con un mismo fin, españolismo,
que hoy no viene nada mal.
Me contaron que Manolo Puente fue un enamorado de la
capa, Alcalde de Colmenar por el año 1935, que vivió en la calle
Real esquina a la calle Socorro. La llevaba a diario, era un amante
de la capa, murió en la guerra civil española.
De las últimas capas en Colmenar, yo recuerdo a uno que
la llevaba a diario, don Félix Mansilla Puente, también Loreto
Núñez y su tío Manolo, Carlos Cancela López, Alfonso Mansilla,
Fernando Cabañas, y un tal Pepe, del que no recuerdo su apellido.
Sebastián Martos la sigue llevando hoy día a diario, vive en
Fuente Santa. Rufo Rubio, José Luis Alarcón Cuenca, Manolo
Alcalá, José Luis García, Dr. Antonio Muñoz Aguilar, vecino de
Santa Lucía. Dr. Parcero y Juan Manuel Mansilla, que fue Alcalde
de Colmenar, por Alianza Popular, etc.
Emiliano González, Mari Zunzunegi Revuelta, Dra. Grisela
Losada Fernández, Fausto Díaz Sánchez, Carmen Ramos, Alejandro
Merino, Félix Bartolomé Bartolomé y su esposa Mari
Tere Cobeña, Félix Carcia Fermosell, Otilia Martínez. Todos son
socios de “Amigos de la Capa de Madrid”.
Otros muchos la llevan sin ponérsela, porque la aman. Muchos
no llevan la capa por un complejo de timidez, temen no saber
manejarla o llamar la atención. Lo cierto es que nunca se siente
el hombre más seguro de sí mismo que cuando lleva la pañosa.
De Jiménez y Barroso.
Para vestir una capa,
Hay que saberla llevar.
Sentir orgullo en lucirla,
Ser español de Verdad.
Como se quiere a una madre,
con un cariño de verdad,
así yo quiero a mi capa
porque es la prenda inmortal.
Yo lo compruebo cuando vamos a las procesiones de Madrid,
cómo somos aplaudidos por el público que se agolpa en las aceras
y dicen: ¡viva la capa española!
Amar la capa, es amar a Colmenar, a Madrid y a España.
En este caso, para que no resulte demasiado largo, me tengo
que decidir por un solo personaje amante de la capa española en
Colmenar Viejo. No lo hago como distinción, sino como justicia.
Permíteme, querido lector, que te agradezca mucho que continúes
con paciencia hasta el final de este escrito.
Recuerdo muy bien, como si fuera hoy mismo, a una persona
con capa, muy conocida por varios motivos que paso a contarte.
Este hombre era un enamorado de la capa, la llevó con la
máxima elegancia y distinción, la movía como nadie, era como
una percha andante, era un buen jinete. En la temporada de la
capa la usaba a diario, es decir, no salía de casa sin ella. Estoy
seguro de que, con estos detalles, sabes de quién estoy hablando
y que estás de acuerdo con mi comentario.
Pero, por si no eres de Colmenar, te digo quién era este conocido
personaje; era don Félix Mansilla Puente, hijo del procurador