Estudian un programa de control remoto de visitas para dar vida a la iglesia de Albacastro
Santa María la Real restaura el templo de San Pedro, levantado a partir de una roca en un pueblo ahora despoblado
Escalones en la propia roca para subir a la iglesia.
Jesús Javier Matías
B. G. R. / Albacastro
Un paisaje rocoso -la peña Amaya-, un pueblo abandonado -Albacastro- y una iglesia románica en ruinas -San Pedro-. Los dos primeros protagonistas de esta historia permanecen a día de hoy inalterados. Pero el tercero ha visto cómo en poco menos de un año el deterioro ha dado paso al esplendor de unos muros y una cubierta reconstruidos. El templo resurge en la escena para ‘tirar’ de sus dos compañeros de reparto. En este camino por recorrer, estará acompañado por otros monumentos coetáneos del mismo territorio y por una experiencia piloto de control remoto de visitas que haga más fácil su descubrimiento a los amantes del arte.
Situado a los pies de la peña Amaya, el pueblo de Albacastro lleva deshabitado desde hace cuatro décadas; tan solo una familia abre de vez en cuando la única casa que se mantiene en pie. Durante ese tiempo, la iglesia se ha ido deteriorando a pasos agigantados, al tiempo que ha sido objeto del desmantelamiento y el expolio. Un cóctel demoledor al que más tarde se unió el desprendimiento de la cubierta y la consiguiente alarma generalizada de la que tomó nota la Fundación Santa María la Real, con sede en la localidad palentina de Aguilar de Campoo.
Las obras de restauración comenzaron a finales del pasado verano y están a punto de concluir. Con un presupuesto que ronda los 200.000 euros y varios estudios previos, los primeros trabajos de la intervención en la estructura consistieron en el desescombro de las ruinas y la retirada de todos aquellos elementos en riesgo de derrumbe. Dos pasos a los que siguieron la consolidación de los muros y la colocación de una nueva cubierta que protegiera el templo de la dura climatología invernal de la zona para después restaurar el artesanado original.
El proceso
Ya en el interior, concretamente en la nave de la iglesia, se ha colocado un nuevo solado que simula la configuración de antiguos sepulcros debido a la desaparición de las piezas originales. En las paredes se ha sustituido el yeso por un material más acorde con su origen y los huecos de las ventanas de han cerrado con placas de alabastro, algo característico del trabajo de la Fundación al igual que los acabados de la carpintería, los morteros y la eliminación de cartelería. En cuanto al exterior, los técnicos han suprimido el cuerpo añadido a la espadaña debido a su estado de degradación, actuación completada con la reapertura de troneras.
«La restauración de la cubierta y la sustitución de los muros de la sacristía han sido las mayores dificultades que nos hemos encontrado durante el proceso. Sin contar con el hecho de que las condiciones climatológicas del invierno nos han dificultado el acceso al pueblo en varias ocasiones», afirma el aparejador Sergio Cuervo.
Pero, la restauración de Albacastro no termina en la obra civil. Ahora comienza un proceso de difusión del trabajo realizado y de búsqueda de fórmulas que pongan en valor un templo localizado en un despoblado. Precisamente, esta particularidad, que en principio puede parecer una debilidad, se convierte en fortaleza para Jesús Castillo, arquitecto de la Fundación. «Nos encontramos con un edificio en un núcleo que no ha sido alterado. Esto es un atractivo muy importante porque si hubiera habido desarrollo ahora podríamos tener una iglesia rodeada de chalés adosados. El pueblo ni tan siquiera tiene cemento en sus calles», manifiesta.
Potenciar esta particularidad para evitar que el templo se cierre una vez rehabilitado es el objetivo de Santa María la Real. Para ello, los técnicos están trabajando de forma experimental en un programa de visitas remotas a través de un sistema de identificación electrónica. «La idea es captar al visitante en los puntos de información de referencia de la Fundación para que pueda venir a Albacastro con una tarjeta y un código que le permitan realizar su visita a la carta», explica Castillo.
A partir de los planteamientos del director de obra se extraen las respuestas a la más que probable pregunta de por qué se invierte dinero en restaurar el templo de un pueblo sin habitantes. Sin embargo, Castillo subraya que restaurar el patrimonio es un deber y que el hecho de que esté en un despoblado es algo anecdótico. «Hay que restaurar nuestras iglesias, crear infraestructuras y mejorar las comunicaciones para que la gente pueda conocer estos pueblos. Deberíamos hacer un esfuerzo desde el patrimonio para que estas zonas sean atractivas», sostiene desde el convencimiento absoluto.
Plan conjunto
La restauración de la iglesia de Albacastro, localidad situada a los pies de la peña Amaya y casi al límite de la provincia de Palencia, está incluida en el Plan de Intervención Románico Norte que promueve la Junta y ejecuta la Fundación Santa María la Real. Es uno de los 54 templos, trece de ellos en la provincia de Burgos, objeto de atención del programa que se extiende desde el año 2005 y hasta el ejercicio 2012 con un presupuesto global cercano a los diez millones de euros. Una vez rehabilitada se incorporará a la ruta del románico norte de las provincias de Burgos y Palencia. Castillo asegura que este programa es algo más que una actuación puntual en una determinada iglesia. «Intentamos restaurar el patrimonio dentro de un territorio para una red», apunta, al tiempo que hace alusión a una forma de trabajar común a todas las rehabilitaciones: «El monumento se pone en relación con el territorio y con otros bienes de la zona».
Santa María la Real restaura el templo de San Pedro, levantado a partir de una roca en un pueblo ahora despoblado
Escalones en la propia roca para subir a la iglesia.
Jesús Javier Matías
B. G. R. / Albacastro
Un paisaje rocoso -la peña Amaya-, un pueblo abandonado -Albacastro- y una iglesia románica en ruinas -San Pedro-. Los dos primeros protagonistas de esta historia permanecen a día de hoy inalterados. Pero el tercero ha visto cómo en poco menos de un año el deterioro ha dado paso al esplendor de unos muros y una cubierta reconstruidos. El templo resurge en la escena para ‘tirar’ de sus dos compañeros de reparto. En este camino por recorrer, estará acompañado por otros monumentos coetáneos del mismo territorio y por una experiencia piloto de control remoto de visitas que haga más fácil su descubrimiento a los amantes del arte.
Situado a los pies de la peña Amaya, el pueblo de Albacastro lleva deshabitado desde hace cuatro décadas; tan solo una familia abre de vez en cuando la única casa que se mantiene en pie. Durante ese tiempo, la iglesia se ha ido deteriorando a pasos agigantados, al tiempo que ha sido objeto del desmantelamiento y el expolio. Un cóctel demoledor al que más tarde se unió el desprendimiento de la cubierta y la consiguiente alarma generalizada de la que tomó nota la Fundación Santa María la Real, con sede en la localidad palentina de Aguilar de Campoo.
Las obras de restauración comenzaron a finales del pasado verano y están a punto de concluir. Con un presupuesto que ronda los 200.000 euros y varios estudios previos, los primeros trabajos de la intervención en la estructura consistieron en el desescombro de las ruinas y la retirada de todos aquellos elementos en riesgo de derrumbe. Dos pasos a los que siguieron la consolidación de los muros y la colocación de una nueva cubierta que protegiera el templo de la dura climatología invernal de la zona para después restaurar el artesanado original.
El proceso
Ya en el interior, concretamente en la nave de la iglesia, se ha colocado un nuevo solado que simula la configuración de antiguos sepulcros debido a la desaparición de las piezas originales. En las paredes se ha sustituido el yeso por un material más acorde con su origen y los huecos de las ventanas de han cerrado con placas de alabastro, algo característico del trabajo de la Fundación al igual que los acabados de la carpintería, los morteros y la eliminación de cartelería. En cuanto al exterior, los técnicos han suprimido el cuerpo añadido a la espadaña debido a su estado de degradación, actuación completada con la reapertura de troneras.
«La restauración de la cubierta y la sustitución de los muros de la sacristía han sido las mayores dificultades que nos hemos encontrado durante el proceso. Sin contar con el hecho de que las condiciones climatológicas del invierno nos han dificultado el acceso al pueblo en varias ocasiones», afirma el aparejador Sergio Cuervo.
Pero, la restauración de Albacastro no termina en la obra civil. Ahora comienza un proceso de difusión del trabajo realizado y de búsqueda de fórmulas que pongan en valor un templo localizado en un despoblado. Precisamente, esta particularidad, que en principio puede parecer una debilidad, se convierte en fortaleza para Jesús Castillo, arquitecto de la Fundación. «Nos encontramos con un edificio en un núcleo que no ha sido alterado. Esto es un atractivo muy importante porque si hubiera habido desarrollo ahora podríamos tener una iglesia rodeada de chalés adosados. El pueblo ni tan siquiera tiene cemento en sus calles», manifiesta.
Potenciar esta particularidad para evitar que el templo se cierre una vez rehabilitado es el objetivo de Santa María la Real. Para ello, los técnicos están trabajando de forma experimental en un programa de visitas remotas a través de un sistema de identificación electrónica. «La idea es captar al visitante en los puntos de información de referencia de la Fundación para que pueda venir a Albacastro con una tarjeta y un código que le permitan realizar su visita a la carta», explica Castillo.
A partir de los planteamientos del director de obra se extraen las respuestas a la más que probable pregunta de por qué se invierte dinero en restaurar el templo de un pueblo sin habitantes. Sin embargo, Castillo subraya que restaurar el patrimonio es un deber y que el hecho de que esté en un despoblado es algo anecdótico. «Hay que restaurar nuestras iglesias, crear infraestructuras y mejorar las comunicaciones para que la gente pueda conocer estos pueblos. Deberíamos hacer un esfuerzo desde el patrimonio para que estas zonas sean atractivas», sostiene desde el convencimiento absoluto.
Plan conjunto
La restauración de la iglesia de Albacastro, localidad situada a los pies de la peña Amaya y casi al límite de la provincia de Palencia, está incluida en el Plan de Intervención Románico Norte que promueve la Junta y ejecuta la Fundación Santa María la Real. Es uno de los 54 templos, trece de ellos en la provincia de Burgos, objeto de atención del programa que se extiende desde el año 2005 y hasta el ejercicio 2012 con un presupuesto global cercano a los diez millones de euros. Una vez rehabilitada se incorporará a la ruta del románico norte de las provincias de Burgos y Palencia. Castillo asegura que este programa es algo más que una actuación puntual en una determinada iglesia. «Intentamos restaurar el patrimonio dentro de un territorio para una red», apunta, al tiempo que hace alusión a una forma de trabajar común a todas las rehabilitaciones: «El monumento se pone en relación con el territorio y con otros bienes de la zona».