AMAYA
En la repoblación de este territorio tuvo mucha intervención Amaya y sus condes, pues esta ciudad que, en tiempos antiguos, por su posición casi inexpugnable, fue lugar de
refugio de los habitantes de la extensa llanura que se extiende a sus pies, una vez fortificada por los
romanos sirvió a éstos de base para dominar la indómita
Cantabria; en la invasión de los bárbaros resistió a los visigodos, hasta que la conquistó Leovigildo, y dominada por los agarenos la tomó Alfonso I. Nuevamente ganada por los moros, D. Ordoño la recuperó y encargó su reedificación al conde D. Rodrigo, en 860; la defendió su hijo D. Diego Rodríguez de Porcelos, y después pasó a poder del conde Fernán González, quien pensó establecer en ella la capital del condado.
Le sucedieron en el dominio varios condes, entre ellos don Diego de
Asturias, padre de D. ª Jimena, esposa del Cid, y posteriormente, los de la
casa de Lara.
* D. Luciano Huidobro y Serna 1907.