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Plazoleta, ARANDA DE DUERO

Sin duda ninguna, es necesario dedicar más de una página a ARANDA DE DUERO, por muy estricto que sea mi resumen, porque es la tercera población de la provincia; porque es “capital de la Ribera”, esa porción de tierra burgalesa, regada y enriquecida por río Duero, de tierras rojizas, que ofrecen generosos viñedos, y poblada de gentes nobles y valientes; porque está cargada de historia; porque es cuna de ilustres y abundantes personajes; porque recoge en sus monumentos arte que contemplar y valorar; porque refleja en su quehacer la floreciente progresión de sus gentes; porque es nudo de comunicaciones con grandes ciudades y regiones; porque muestra al exterior la vivencia de su religiosidad a lo largo del tiempo; porque, en fin, es imagen del buen comer y beber.
Situada en la confluencia de los ríos Arandilla y Bañuelos con el Duero, está atravesada por las carreteras Madrid-Irún y Zaragoza-Valladolid y por las desaparecidas líneas férreas Madrid-Burgos y Valladolid-Ariza; y en ella confluyen diversas carreteras que la une con Palencia, Segovia y logroño.
Dista 80 kilómetros de Burgos y, como no podía ser menos, estaba bajo la protección de los Reyes, en una categoría honrosa de realengo, como lo recuerda el Marqués de la Ensenada en su Catastro, recogiendo las declaraciones de sus pobladores en 1752.
Aunque haya hallazgos en su suelo que nos llevan hasta el Paleolítico y otros posteriores, que luego consignaremos; aunque parece ser que fue fundada como población por el rey astur Ordoño I en el año 861 en una de sus incursiones en territorio musulmán en el avance de la Reconquista, volviendo luego a ser territorio musulmán, sin embargo, encontramos su nombre escrito por primera vez el 27 de abril de 1054 en la documentación del Monasterio de San Pedro de Arlanza.
Gozó de una especial situación religiosa y política en los años finales del siglo XV, en que se celebraban en Aranda (1473) las sesiones del llamado “Concilió de Aranda”, al mismo tiempo que vive en la villa la princesa Isabel, “flor de mujeres y espejo de gobernantes”, como la llama Fray Valentín de la Cruz, y más tarde llega también el príncipe Fernando. Fruto de esta presencia de los Reyes Católicos son los monumentos existentes en Aranda, encabezados por la iglesia
de Santa María. Más tarde, ya en el siglo XVI, estuvieron también presentes el cardenal Cisneros, como regente, y el emperador Carlos V, en 1518.
Gozó también de una importante judería.

En el año 1848 Pascual Madoz, en su Diccionario geográfico, le atribuye 4.122 habitantes. Comienza la segunda mitad del siglo XX con 8073 moradores, cuando está a punto de realizarse su desarrollo industrial. Años más tarde, en 1985, aparece con 27.598 y termina el siglo con 29.7622