De origen medieval y estratégico cruce de caminos, la villa burgalesa de Aranda de Duero fue creciendo hasta convertirse en una importante y amurallada villa de realengo centrada en el cultivo de la vid. La muestra de su mayor esplendor es la portada del gótico final de la iglesia de Santa María fechada en el primer tercio del siglo XVI y atribuida a Simón y Francisco de Colonia.