Construidas para producir y almacenar el vino a partir de la Edad Media, estas
bodegas disponen de unas temperaturas y humedades constantes perfectas para conservar el caldo arandino, además de contar con un gran sistema de ventilación mediante el uso de zarceras. Pese a que la mayoría de estas bodegas son propiedad privada, aún existen muchas de ellas que se pueden visitar, formando uno de los mayores atractivos turísticos de la región.