INICIO
Martes 9 de noviembre de 2010
Dedicación Basílica de San Juan de Letrán
INICIO
Ezequiel 47:1,2,8. 9-12
Salmo 46
Juan 2:13-22
En el episodio de la expulsión de los vendedores del Templo se observan dos centros de interés, aparentemente contrapuestos.
Primero se presenta el celo de Jesús por la dignidad de "la casa de su Padre". Puede verse, por tanto, una valoración positiva de la realidad sagrada del Templo. Pero a continuación se constata una especie de indiferencia de Jesús para con este mismo Templo.
Habla de su destrucción y de su futura sustitución a través de la destrucción y resurrección de su propio cuerpo.
Evidentemente, en plena preparación de la Pascua y de acuerdo con la intención del evangelista Juan, nos interesa más la segunda perspectiva. Con el gesto simbólico de la purificación del Templo de Jerusalén y con palabras lo suficientemente explícitas, Jesús anuncia el cambio radical que introducirá su muerte y su resurrección en el régimen cultual de la humanidad. Más intencionadamente que los demás evangelistas, Juan subraya la alusión a la resurrección al emplear no el término "edificar", sino el término "levantar" (egeirein), directamente relacionado con los términos neotestamentarios que designan la resurrección de Cristo. A partir de la resurrección, ya no existen lugares privilegiados de la presencia de Dios entre los hombres. La Humanidad de Cristo, presente en todas partes mediante el Espíritu, es el nuevo y definitivo Templo. En cualquier lugar donde se anuncie el escándalo de la cruz (cf. 2 lectura) y se acoja en la fe, está el Templo de Dios. Y el verdadera culto no necesita espacios materiales, sino que se da en cualquier parte donde los hombres vivan la fe y la caridad.
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano
pasad buen dia
Martes 9 de noviembre de 2010
Dedicación Basílica de San Juan de Letrán
INICIO
Ezequiel 47:1,2,8. 9-12
Salmo 46
Juan 2:13-22
En el episodio de la expulsión de los vendedores del Templo se observan dos centros de interés, aparentemente contrapuestos.
Primero se presenta el celo de Jesús por la dignidad de "la casa de su Padre". Puede verse, por tanto, una valoración positiva de la realidad sagrada del Templo. Pero a continuación se constata una especie de indiferencia de Jesús para con este mismo Templo.
Habla de su destrucción y de su futura sustitución a través de la destrucción y resurrección de su propio cuerpo.
Evidentemente, en plena preparación de la Pascua y de acuerdo con la intención del evangelista Juan, nos interesa más la segunda perspectiva. Con el gesto simbólico de la purificación del Templo de Jerusalén y con palabras lo suficientemente explícitas, Jesús anuncia el cambio radical que introducirá su muerte y su resurrección en el régimen cultual de la humanidad. Más intencionadamente que los demás evangelistas, Juan subraya la alusión a la resurrección al emplear no el término "edificar", sino el término "levantar" (egeirein), directamente relacionado con los términos neotestamentarios que designan la resurrección de Cristo. A partir de la resurrección, ya no existen lugares privilegiados de la presencia de Dios entre los hombres. La Humanidad de Cristo, presente en todas partes mediante el Espíritu, es el nuevo y definitivo Templo. En cualquier lugar donde se anuncie el escándalo de la cruz (cf. 2 lectura) y se acoja en la fe, está el Templo de Dios. Y el verdadera culto no necesita espacios materiales, sino que se da en cualquier parte donde los hombres vivan la fe y la caridad.
Colaboración Servicio Bíblico Latinoamericano
pasad buen dia
buenos días avellanosa y sus visitantes.