En
Belorado, localidad castellana de más de 2000 habitantes, situada en el límite entre tierras burgalesas y riojanas, se encuentra una comunidad de clarisas en el
monasterio dedicado a Nuestra Señora de Bretonera. En el Siglo XI, convertido Belorado en un punto del
camino de Santiago, sobre las
ruinas de la antigua
iglesia se levantó una pequeña basílica. En 1336, el papa Benedicto XII extendió una carta de indulgencias para quienes acudieran a rezar a la misma, o fueran a ayudar en sus obras o legaren algo de sus bienes. Así nació un grupo de piadosas mujeres que junto al templo levantaron unas modestas dependencias para vivir retiradas en oración aunque sin Regla determinada. Una mañana de 1350, al abrir el torno de su beaterio, se encontraron con una imagen de María, y el
pueblo convino que aquella era la antigua imagen de Nuestra Señora de Bretonera y empezaron a venerarla como patrona.
Con el deseo de una mejor entrega a Dios, las piadosas mujeres del
campo de Bretonera eligieron una regla aprobada por Urbano IV para las clarisas. En 1358 Inocencio VI les concedió la facultad para erigir un
convento de
Santa Clara. Profesaron en manos del obispo de
Burgos y dispusieron sus bienes para mejorar la iglesia y hacer habitable en convento.
Al inicio de los 90, el monasterio contaba con ocho hermanas mayores. Sin embargo, con la llegada de cuatro contemplativas desde Lerma, no solo se logró de inmediato resurgir vocaciones, sino que se benefició el
edificio. La iglesia fue reconstruida, se ha construido una hospedería y logran vivir autofinanciándose gracias a la elaboración de riquísimas trufas y otros chocolates.