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Antigua clínica de Barrantes; hoy residencia de ancianos San Julián y San Quirce Barrantes, BURGOS

D. Jerónimo Pardo y Salamanca nació en Burgos en el año 1576 y fue bautizado el día 13 de octubre en la iglesia parroquial de San Lorenzo el Viejo (1), hoy desaparecida. Su padre era D. Alonso Pardo, un acomodado comerciante de origen gallego pero afincado en Burgos, y su madre Doña Beatriz de Salamanca, perteneciente a una distinguida familia burgalesa. Pero el mundo del comercio y las transacciones comerciales no atrajo el interés del joven Jerónimo, en el que predominó una fuerte vocación religiosa que le llevó a emprender la carrera eclesiástica, alcanzando la dignidad de Abad de San Quirce y el cargo de Canónigo del Cabildo de la Catedral de Burgos, destacando en su trayectoria sacerdotal por su caridad cristiana y su constante preocupación por ayudar a los más necesitados y desvalidos, lo que le llevó a proyectar la fundación del Hospital de San Julián y San Quirce, destinado a dar asistencia a los pobres y enfermos de la ciudad burgalesa.

Para que esta benéfica obra, en la que también se incluía una iglesia, se pudiera llevar a efecto, no dudó en dotarla testamentariamente de prácticamente todos sus bienes, incluida su propia vivienda, un juro de 30.888 maravedís (2) y un capital de 16.000 reales de vellón, solicitando, a cambio, que se le dedicara una misa semanal en la iglesia del Hospital.

Las obras comenzaron, pero D. Jerónimo no pudo verlas terminadas, pues falleció en el año 1643, siendo enterrado en la Capilla de Santiago de la catedral burgalesa.

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Su obra fue continuada por dos ilustres colaboradores, que llevaron a término sus deseos testamentarios, siendo inaugurado el Hospital en el año 1645.

El primero de estos colaboradores fue su sobrino carnal D. Jerónimo Pardo, prebendado de la catedral, donde ostentaba l dignidad de Tesorero, quien participó activamente en la financiación y puesta en marcha de la benéfica empresa.

El tercer cofundador y, a la postre, el más conocido históricamente, pues el Hospital acabó adoptando su nombre, fue el canónigo D. Pedro Barrantes Aldana, que se convirtió en el administrador y verdadero motor del nuevo Hospital, al que dotó de unos sólidos cimientos económicos. Este D. Pedro era natural de Alcántara, en la provincia de Cáceres, miembro de una aristocrática familia extremeña, pero su vida eclesiástica se había desarrollado prácticamente en Burgos, pues en el año 1605 ya era secretario del nuevo arzobispo D. Alonso Manrique, que además de ser paisano suyo se convirtió en su protector. Además del citado Hospital de San Julián y San Quirce, el canónigo Barrantes llevó a cabo toda clase de obras de caridad y numerosas fundaciones benéficas, como la Casa de Maternidad, por lo que se le puede considerar como uno de los grandes benefactores de la ciudad de Burgos, en la que falleció el 9 de agosto del 1658. Siguiendo sus propios deseos fue enterrado modestamente, dentro de un ataúd de terciopelo rojo, en un pequeño nicho bajo el cuarto arco de la capilla de la Virgen de los Remedios o del Santo Cristo de Burgos de la catedral burgalesa. A mediados del siglo XIX, mientras se llevaban a cabo unas reformas en la citada capilla, se abrió el sepulcro del canónigo y, ante el asombro y la admiración general, se halló el cuerpo de D. Pedro Barrantes totalmente incorrupto, con sus vestiduras sacerdotales en perfecto estado de conservación. Sus restos fueron enterrados en el mismo nicho hasta que, casi 50 años más tarde, gracias a la iniciativa del historiador y Cronista de la ciudad, D. Eloy García d Quevedo (3), que contó con el apoyo del clamor popular, se trasladaron a un nuevo sepulcro en la misma capilla, diseñado por el famoso arquitecto D. Vicente Lampérez, que también había realizado la restauración de la capilla. Sobre el nuevo nicho se colocó una estatua de la Caridad, obra del escultor catalán José Alcoverro. El traslado se realizó con gran solemnidad el 10 de setiembre del 1895.

A la muerte de D. Pedro Barrantes, el Cabildo catedralicio se hizo cargo del funcionamiento del Hospital, que se había especializado en cirugía general y ginecología, pero también se ocupaba del tratamiento de llagas, roturas, infecciones y enfermedades venéreas, como la sífilis y el morbo gálico. En el 1808 fue ocupado por los franceses, que lo destinaron a curar sus propios heridos y enfermos. Desde el 1840 el Hospital pasó a depender de la Junta Municipal de Beneficencia de Burgos, pasando sus archivos a engrosar el fondo del Archivo Municipal de Burgos.

El Hospital fue objeto de una importante ampliación durante el siglo XVIII, entre los años 1748-1752, y otra a principios del siglo XX, que fue la que le confirió su aspecto actual. Ambas ampliaciones han servido para aumentar su capacidad hospitalaria y acoger un mayor número de pacientes. En la actualidad se ha convertido en una Residencia de Ancianos.

Del edificio inicial del siglo XVII aun se conservan la neoclásica portada principal y la iglesia, cuya nave está presidida por un magnífico retablo dorado de estilo barroco, realizado a mediados del siglo XVIII por los hermanos palentinos Luis y Manuel Cortés del Valle, que habían sido Veedores del Cabildo burgalés, cuya obra es muy conocida y abundante en Cantabria y La Rioja. También fue muy famosa su botica, que se convirtió en una de las mejores de Burgos.

Pero el deterioro a que estaba sometido el edificio, al que hay que añadir la insuficiente capacidad asistenciaria del Hospital para atender el constante aumento de las necesidades sanitarias de la ciudad, a lo que hay que añadir, como elemento decisorio, la llegada a Burgos del “Regimiento de Inválidos de Cataluña”, lo que hizo que el Cabildo, tras muchas deliberaciones y titubeos, que retrasaron varios años la decisión, emprendiese por fin la remodelación prácticamente total del Hospital y sus dependencias. Las obras dieron comienzo en el mes de marzo del 1747 y se prolongaron hasta el 1752, tenían un presupuesto de 31.7120 reales de vellón y se las encargaron al maestro de obras Ignacio Elegalde, un riojno que también estaba construyendo el Colegio de Seminarios de Burgos, después se incorporaron los maestros de obras burgaleses Manuel Alcalde, Ventura García, Jerónimo de la Cueva y los hermanos Antonio y Matías Pardo. Por desgracia para el Hospital y para el Cabildo, en el 1749 quedó claro que el proyecto de Elegalde había sido un verdadero fracaso desde todos los puntos de vista, el técnico y el económico, acabando en una serie de interminables pleitos en los que quedó patente la total incapacidad del riojano para acabar la obra comenzada, viéndose obligado el Cabildo a contratar los servicios de nuevos arquitectos y maestros de obra, además de asumir el enorme sobrecoste ocasionado por la incompetencia de Elegalde.

Para la continuación de las obras de esta segunda etapa se prescindió de todos los canteros y maestros riojanos y se contrataron otros profesionales, esta vez procedentes de Burgos y de Cantabria, siendo los dos principales responsables de la revisión de la obra el arquitecto burgalés Domingo Ondategui, natural de La Horra (4), y el cántabro Francisco Manuel Cueto, vecino de Meruelo. Esta vez el proyecto se llevó a buen fin y el Hospital de Barrantes fue ampliado y modernizado con nuevos y espaciosos pabellones, dotados de amplias y encristaladas galerías, que proporcionaban abundante luminosidad a todas las dependencias, también se le añadió una zona ajardinada y cerrada, por la que los enfermos convalecientes podían pasear. Naturalmente, el coste final del proyecto se disparó, superando los 100.000 reales de vellón, cantidad bastante importante para aquellos tiempos, lo que obligó al Cabildo a buscar nuevas fuentes de financiación.

La gran afluencia de enfermos que empezaron a llegar al Hospital, procedentes principalmente de los Regimientos del Ejército de esta Región Militar, además del ya citado Regimiento de Inválidos de Cataluña, que seguía instalado en Burgos, y que no disponían de otro hospital que el de Barrantes, obligando nuevamente al Cabildo a emprender nuevas reformas para adecuarle a las nuevas necesidades, que prácticamente duraron desde el 1787 hasta el 1800.

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Finalmente, durante la primera mitad del siglo XX el Hospital de Barrantes fue objeto de una nueva ampliación y modernización, en la que destaca un interesante grupo escultórico, obra del pintor y escultor burgalés Fortunato Julián, inaugurado en el 1945. En él aparecen dos de sus fundadores, el canónigo Barrantes de pie, socorriendo a un menesteroso y D. Jerónimo Pardo, el iniciador del proyecto, sentado a su derecha.