La
iglesia de
San Lesmes en
Burgos se ubica extramuros de la ciudad
medieval, frente a la
puerta de San Juan, en pleno
camino de Santiago, a orillas del
río Vena poco antes de su desembocadura en el Arlanzón, en una amplia
plaza también delimitada por la
biblioteca y la
casa de cultura, construida sobre los restos del antiguo
Hospital de San Juan, del que sólo se conserva la
portada, y por las
ruinas del antiguo
monasterio benedictino del que ambos dependían.
Plaza de San Juan, con San Lesmes a la izquierda, la biblioteca a la derecha y la puerta de San Juan, una de las de la antigua
muralla, al fondo
Valentín Carderera y Solano. Vista urbana de Burgos, ha. 1850.
Su origen estuvo en una
capilla dedicada a San Juan Evangelista erigida en 1074 bajo el patrocinio de Alfonso VI, rey de
León,
Galicia y Castilla como parte de un pequeño hospital jacobeo que contaba con una casa de acogida aneja, que pasó a ser regentado el monje benedictino Adelelmo, San Lesmes para los burgaleses, que aunque había venido, procedente de la abadía benedictina francesa de la Chaise-Dieu, muy probablemente a instancias de la reina doña Constanza de Borgoña, la tercera esposa del monarca, para elevar el tono espiritual de la corte en medio del proceso de cambio del rito mozárabe al
romano, al poco de permanecer en la península se retiró a esta capilla y dedicó el resto de su vida a atender a los peregrinos de paso por la ciudad.
A su muerte, en 1097, fue enterrado en la propia capilla y el hospital pasó a depender del vecino y recién creado monasterio benedictino de San Juan, fundado por los reyes en 1091 y que también habían puesto bajo el priorato de su monje protegido.
No se sabe cómo sería esa primitiva construcción
románica, derribada en 1382 para erigir una nueva más grande gracias al patrocinio y la cesión de los terrenos necesarios y de Juan I de Castilla, un templo
gótico con planta de
cruz latina con tres naves con crucero ligeramente destacado en planta, profundo presbiterio con cabecera poligonal y dos
portadas en sus
fachadas sur y oeste.
A fines del siglo XV experimentó una importante transformación en la que también se le incorporó la portada
gótica lateral, conformándose un exterior sobrio, con una
fachada sur abierta a la plaza de San Juan con una portada encuadrada dentro del estilo tardogótico burgalés. Se conforma mediante
arcos apuntados abocinados rematados con
arco conopial y está enmarcada por contrafuertes rematados por pináculos y guarnecidos con las
esculturas de la Anunciación protegidas por doseletes, atribuida al taller de los Colonia.
La fachada de los pies cuenta con una sencilla portada ojival abocinada entre contrafuertes,
rosetón superior y está rematada por una
monumental espadaña, obra posterior, con fecha de 1665 y obra de los maestros Domingo Alviti y Ruiz Cagigal.
Fachada occidental, en la que destaca el rosetón y la espadaña barroca
Durante el siglo XVI fue necesario acometer importantes reformas estructurales interiores que afectaron a los soportes y a la
bóveda central, de un gótico retardatario en comparación con las de las laterales de terceletes, conservadas de la primitiva construcción gótica.
Además, por aquellas fechas también se añadieron la capilla de la
Santa Cruz de la
familia de los
Salamanca, la de Nuestra Señora de Belén, la sacristía, los sepulcros de comienzos del siglo XVI a ambos lados del presbiterio, los adosados a los soportes del crucero, el
coro, o el
púlpito. En la actualidad, después de abundantes obras y remodelaciones a lo largo de los siglos, varios de los sepulcros han cambiado de ubicación.
Deteniéndonos en algunas de las obras que jalonan la iglesia, el
retablo mayor, montado sobre zócalo de
piedra, es barroco de mediados del siglo XVIII y está sin policromar, elevado hasta la bóveda y acomodado a la forma poligonal del
ábside. En la
calle central se representa la Asunción de la
Virgen, flanqueada por los
santos Juan Evangelista y Gregorio Magno, que ocupan las laterales.
Ante el presbiterio, en el centro de la nave central, se encuentra un sepulcro de San Lesmes que no es su sarcófago original sino una pieza realizada en el siglo XVI pero de composición arcaica de la que sólo se conserva el yacente, con birrete y báculo abacial con rostro y telas que denotan un tratamiento todavía gótico, en la que se conservan restos de la policromía original. Sin llegar a la riqueza
ornamental de los sepulcros de Gil de Siloe, la habilidad en el tratamiento del hábito y de las almohadas hacen pensar que su autor sí conocería la obra del de Miraflores.
Algunos autores se la atribuyen a Luis de Gabeo pero Julia Ara defiende que es obra del Maestro de Covarrubias, que identifica con un tal Juan de Bruxelas, basándose en el modo de solucionar la cabeza, las características arrugas en la frente, los ojos de gran tamaño y el tratamiento de los plegados. El uso del bonete, de moda entre clérigos y letrados en la última década del siglo XV hasta la primera del XVI, además de la proclamación de San Lesmes como patrono de Burgos en 1511, hacen datar la obra por estas fechas.
La primera sepultura del lado de la Epístola del
altar mayor perteneció a las
familias de los Medinas, Lermas y del
Castillo. Se organiza mediante arcosolio de medio punto con
blasón en la clave y festoneado con siete querubines, con lápidas funerarias de don Fernando de Medina y doña Beatriz de Castillo, los fundadores, y de su hijos, don Ventura de Medina y la esposa de éste, doña Francisca de Lerma, en el interior de la jamba derecha. La urna sepulcral está labrada con tres arquitos conopiales con las efigies de San Lesmes en el centro flanqueado por San Buenaventura y San Juan Bautista. Los yacentes de los fundadores están tallados en pizarra con cabezas y pies de alabastro.
El arcosolio central de este mismo lado perteneció al mercader Diego del
Campo, fallecido en 1504, encargado por su hija, Inés del Campo. Muestra arco de medio punto rodeado de otro conopial profusamente decorado con una
escultura de San Cristóbal en el centro flanqueado, a la derecha, por una donante con toca, túnica y
manto y un rosario en la mano ante San Miguel Arcángel, y San Antonio Abad siendo tentado por el demonio a la izquierda. En tímpano del arco cuenta con una Virgen con Niño y el sarcófago presenta yacente y frente con el
escudo familiar con tenantes salvajes
El coro, ubicado a los pies de la nave central, es una destacada obra plateresca atribuida al taller de Diego Guillén, aunque otros autores también mencionan a Juan de Salas, al que también adjudican el púlpito. Se organiza mediante arco carpanel y bóveda muy plana de complicada crucería.
En las enjutas del arco hay sendos medallones representando a San Lesmes y a San Juan Evangelista y sobre el arco, una cartela sostenida por ángeles en la que puede leerse que su patrocinador fue don Diego de Sandoval y la fecha de 1564. A continuación se ubica un friso con querubines y la balaustrada cuenta con tres relieves, con la Virgen y en Niño en medio flanqueada por Santiago Apóstol y San Juan Bautista.
En cuanto al púlpito, colocado en el primer pilar entre la nave central y la del Evangelio justo antes del crucero, se atribuye a Juan de Salas, discípulo de Diego de Siloe, fechado a mediados del siglo XVI. Presenta pie de
columna abalaustrada y ambón decorado con medallones con una Virgen con Niño flanqueada por los Santos Juanes. La presencia de un escudo con las llagas de San Francisco y una escuadra y un compás nos informan de que el
escultor estaba afiliado al gremio de artistas de cantería, puesto bajo la protección de San Francisco de Asis.
En la cabecera del lado del Evangelio a fines del siglo XVI se construyó la capilla de Ruiz de Camargo, hoy acomodada como
museo parroquial en la que se exhiben pinturas de los siglos XVI al XVIII y el retablo de San Bartolomé, un encargo de los Gumiel procedente de la iglesia de San Esteban realizado a comienzos del siglo XVI con obra escultórica atribuida Felipe Bigarny a tablas a León Picardo. Lamentablemente, en nuestra visita de mayo de 2013 no pudimos acceder a este espacio.
El retablo de la Santa Cruz en la mencionada capilla de los Salamanca, en la cabecera de la nave de la Epístola, es una de las joyas de la
parroquia y un encargo ex profeso realizado en un taller de Amberes por García de Salamanca, del que se conoce una intensa actividad económica con Flandes, Lisboa y Medina del Campo, y que, según su testamento, otorgado en 1510, poco antes de morir, adquirió la capilla con fines funerarios.
Los sepulcros de García de Salamanca y su esposa ocupaban el centro de la capilla, ante al retablo. Pero en la década de 1960, después del Concilio Vaticano II, cuando también se acometieron otras muchas obras en la iglesia en las que se cambiaron de sitio varios de los sepulcros, el enterramiento de la capilla de la Santa Cruz, que estaba a nivel del suelo, fue desmantelado para ubicar un altar en el que celebrar de cara a la feligresía, y las lápidas con las
estatuas yacentes de los difuntos se colocaron en el muro de la Epístola en posición vertical, donde todavía continúan. En la actualidad, ante el retablo se encuentra la
pila bautismal.
A la derecha, lápidas sepulcrales de los García de Salamanca apoyadas en el muro de la Epístola de la capilla. En este muro también figuran otros arcosolios de la familia