Cuando yo era un rapazuelo en Bustillo, una de mis hierbas preferidas, cuyo conocimiento era fruto de las enseñanzas del maestro y de las clases al aire libre en el campo y en su compañía, era la colleja por sus hojas aterciopeladas, por sus flores acampanadas, que cuando se secan no se deforman y quedan como pequeñas campanillas de pergamino, y por sus virtudes culinarias.
Alfonso -le decía yo a mi amigo-, tú que sabes tanto de plantas y flores, ¿podrías decirme qué planta es ésta -y le enseñaba...