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BUSTILLO DEL PARAMO: Tu silencio me canta en la noche...

Tu silencio me canta en la noche
con voz débil, apagada,
canciones tristes que sólo el alma escucha.
¿Por qué, taciturno, me niegas las palabras
y sólo un llanto oculto, amedrentado,
se escucha en tu profunda soledad?
Cuando yo te visito,
tras años y años de larga ausencia,
me ocultas el rostro averganzado,
escondido entre las zarzas,
y sólo escucho el sollozo contenido
que reprimes con violencia entre tus piedras.
¿No eras tú el jilguero alegre
que cantaba desde el alba hasta el ocaso?
¿No eras tú la alondra cantarina
que volaba juguetona a las alturas
y clavaba sus alas en el cielo
modulando tonadillas de primavera?
Junto a tus muros había risas infantiles,
apasionados discursos de enamorados,
promesas sinceras,
hermosos proyectos de futuro.
A tus pies nunca faltaron
las voces graves y sensatas
de aquellos labriegos de piel curtida
que iban y volvían de los campos.
¿Por qué ahora tus dujos humillados,
morada silenciosa de ligaternas,
se ocultan temerosos tras las zarzas?
¡Ah..., que ya no escuchas las voces infantiles
que a tu lado, juguetonas,
llenaban de alegría a tus vetustos muros;
que a la luz crepuscular de los atardeceres
le falta aquel aroma embriagador
de azucenas, de acigüembres y de miel;
que a tus dujos derrumbados
ya no llegan las abejas laboriosas,
las autoras de aquella miel
que endulzaba la merienda de los niños
y la tisana de los abuelos;
que el susurro de amantes enamorados
se esfumó poco a poco en el silencio;
que aquellas voces graves, bien timbradas,
de labriegos que volvían de la huebra
se perdieron poco a poco para siempre!
Sí, ése es el precio que, sin duda, hay que pagar
por haber gustado una vez la delicia de los dioses,
porque aquella dicha que tú disfrutabas
era un bien que sólo a los dioses pertenece.
Chindasvinto