Fernando, permíteme dos cuestiones sobre esa aportación de Miñano y Bedoya.
Una duda: Miñano, de cuya inteligencia no se puede dudar, parece -parecería m ás bien- que realizó un esfuerzo tremendo por conocer pueblo a pueblo toda España; no sé muy bien cómo pudo hacerlo. Sí sabemos, por contra, las comisiones que estableció Madoz: se dedicaron 15 años, 11 meses y 7 días de trabajos literarios. En esta tarea le ayudaron más de mil colaboradores y veinte corresponsales: «No soy yo el autor del Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico: esta gloria corresponde a tantos y tan distinguidos colaboradores que he tenido en todas las provincias y a los buenos amigos que han trabajado en las oficinas de mi redacción, cuyos nombres, los de aquellos y los de estos, figurarán con los de los corresponsales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en lugar oportuno; corresponde a todos los Gobiernos que se han sucedido desde 1836 hasta el día, porque todos sin distinción de colores políticos, han secundado noble y lealmente mis esfuerzos». Por otra parte, una destacada característica de Miñano, y puede sembrar dudas sobre el rigor de esta obra, era su frivolidad coqueteando con quien tenía el poder y cambiando, con relativa rapidez, de bando incluso yendo a las antípodas que con anterioridad había ocupado.
Una segunda duda: el tal jurisconsulto Juan de Montemayor, ¿acaso fue un jesuita de comienzos del siglo XVII que intervino en la famosa plémica sobre la pretendida, y luego fracasada, boda entre una infanta española y el futuro Carlos I de Inglaterra, que tras romper con la tradición inglesa de ir liberando los tres poderes -y tratando él de imponerse y utilizar el Parlamento-fue ejecutado por la primera revolución moderna de Europa en 1648?.
Una duda: Miñano, de cuya inteligencia no se puede dudar, parece -parecería m ás bien- que realizó un esfuerzo tremendo por conocer pueblo a pueblo toda España; no sé muy bien cómo pudo hacerlo. Sí sabemos, por contra, las comisiones que estableció Madoz: se dedicaron 15 años, 11 meses y 7 días de trabajos literarios. En esta tarea le ayudaron más de mil colaboradores y veinte corresponsales: «No soy yo el autor del Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico: esta gloria corresponde a tantos y tan distinguidos colaboradores que he tenido en todas las provincias y a los buenos amigos que han trabajado en las oficinas de mi redacción, cuyos nombres, los de aquellos y los de estos, figurarán con los de los corresponsales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en lugar oportuno; corresponde a todos los Gobiernos que se han sucedido desde 1836 hasta el día, porque todos sin distinción de colores políticos, han secundado noble y lealmente mis esfuerzos». Por otra parte, una destacada característica de Miñano, y puede sembrar dudas sobre el rigor de esta obra, era su frivolidad coqueteando con quien tenía el poder y cambiando, con relativa rapidez, de bando incluso yendo a las antípodas que con anterioridad había ocupado.
Una segunda duda: el tal jurisconsulto Juan de Montemayor, ¿acaso fue un jesuita de comienzos del siglo XVII que intervino en la famosa plémica sobre la pretendida, y luego fracasada, boda entre una infanta española y el futuro Carlos I de Inglaterra, que tras romper con la tradición inglesa de ir liberando los tres poderes -y tratando él de imponerse y utilizar el Parlamento-fue ejecutado por la primera revolución moderna de Europa en 1648?.