Recostado, en un recodo de la
carretera se presenta el
pueblo de
Cernégula. Agazapado como una agachadiza, perfectamente mimetizado con el entorno ceniciento que ha dado su nombre al pueblo. El ojo misterioso de La
Charca habrá visto miles de
noches el revoloteo de las brujas buscando, en el espino contiguo, una rama donde posarse en sus viajes de akelarre. Lástima que la ‘modernidad’ haya sometido a La Charca a un excesivo maquillaje basado en el cemento y los adoquines geométricos. Si sigue la
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