Recostado, en un recodo de la carretera se presenta el pueblo de Cernégula. Agazapado como una agachadiza, perfectamente mimetizado con el entorno ceniciento que ha dado su nombre al pueblo. El ojo misterioso de La Charca habrá visto miles de noches el revoloteo de las brujas buscando, en el espino contiguo, una rama donde posarse en sus viajes de akelarre. Lástima que la ‘modernidad’ haya sometido a La Charca a un excesivo maquillaje basado en el cemento y los adoquines geométricos. Si sigue la modernización por estos derroteros las brujas no encontrarán cómodo el lugar y dejaran de descansar en el pueblo; y, según viejas leyendas, si las brujas no vienen a Cernégula, el pueblo terminará por desaparecer.
Mi voto por una Charca más natural y ecológica. Viéndola este verano (2004), me asusté.
Mi voto por una Charca más natural y ecológica. Viéndola este verano (2004), me asusté.