por Pedro Lozano
Huerta
En abril de 2002 la Fundación Princesa Kristina de Noruega en colaboración con el Excmo.
Ayuntamiento de
Covarrubias, la
Escuela de
Arquitectura de Oslo y la Escuela de Arquitectura de
Valladolid, auspiciados por la Real Embajada de Noruega en
España, convocó un concurso para el diseño de una
capilla en honor de Olav el
Santo en Covarrubias (
Burgos) España. Los estudiantes de último curso de ambas
escuelas podían participar en el concurso.
El Primer Ministro noruego, Kjell Magne Bondevik anunció el concurso durante una visita a
Madrid en febrero de 2002 y marcó de esta manera su inicio. Se recibió un total de 32 proyectos.
El jurado, compuesto por renombrados arquitectos de ambos países, otorgó a siete proyectos mención de honor y tres accésit. La Fundación decidió repartir el primer
premio de 7.500€ entre estos tres, reservándose el derecho a elegir el proyecto final.
El Patronato de la Fundación Princesa Kristina de Noruega decidió que el proyecto que mejor respondía a los fines de la capilla, era el realizado por Pablo López Aguado y Jorge González Gallego de la Escuela de Arquitectura de Valladolid.
El proyecto tiene una presencia
monumental sin que esto transgreda el entorno natural donde se construirá. La edificación aporta un nuevo atractivo que fortalece el impacto visual del entorno al tiempo que aporta una variedad de posibilidades para la celebración de actividades de toda índole. La doble función de capilla y espacio cultural se ha solucionado de una manera práctica y útil en la que se ha tenido en cuenta el aprovechamiento del espacio interior y exterior.
El
edificio no sólo cumple la promesa realizada a la Princesa Kristina sino que es una firme apuesta para incrementar el, ya de por si, rico patrimonio de Covarrubias con una arquitectura de vanguardia. Su espíritu moderno es
fruto del estudio de las
iglesias románicas y prerománicas; como por ejemplo la cercana
Santa María de Lara.
La obra se realizó en el
valle propuesto en el concurso y cedido por el Ayuntamiento. Cuando el visitante va acercándose al hermoso valle, se muestra como guía la
torre campanario, lo que sirve como llamada de atención para un edificio tan representativo. La masa de la
iglesia se presenta a los ojos del paseante con la misma solidez que las antiguas
ermitas. Su acabado en metal, el equivalente moderno de la
piedras de antaño. El edificio ofrece un porche en madera donde sentarse cómodamente al sol en
invierno y a la
sombra en
verano, como final de un agradable
paseo.
Una gran
puerta da acceso al espacio interior. Como tránsito entre el espacio impresionante del valle y la recogida sala de la Iglesia hay un espacio de unas pequeñas proporciones que actúa como el zaguán tradicional, permitiendo la solemnidad del espacio interior. La sala, orientada Este-Oeste, a pesar de ser pequeña en dimensiones reales ha sido diseñada con la mayor riqueza espacial posible. Primeramente tiene una pequeña zona de circulación que incluye una zona para bautismos. Luego aparece el espacio de los fieles (o los espectadores en caso de actos culturales). Al fondo y con una altura superior esta el espacio del
altar, con la zona aún más alta y oculta donde estará la efigie de
San Olav. Lateralmente y tambien ligeramente elevado tenemos el
coro. Cuando el edificio funciona como sede de la fundación los oyentes se giran hacia el coro que se convierte en el escenario principal, sin tener que tocar ninguno de los elementos religiosos. Se ha diseñado además una “silla San Olav” que girando sobre sí misma sirve para el uso religioso y para los actos culturales.
El interior es en su totalidad de cálida madera, incluídas las grandes vigas de la estructura que forman parte del espacio. La luz ha sido estudiada al máximo. El espacio de la Iglesia está en una penumbra en la que los
reflejos del sol ayudarán a crear un ambiente tranquilo y recogido. La
pila bautismal, el coro, el
púlpito y el altar tienen una cuidada iluminación individual. Todos los detalles (tiradores de
puertas, sagrario, púlpito) han sido cuidadosamente diseñados con la mayor sencillez posible.
El edificio incluye una pequeña sacristía, y en otro bloque anejo unos servicios y un almacén.
La torre campanario, que en un principio fue una llamada, debiera haber servido también de
mirador para contemplar la totalidad del valle, e incluso en la lejanía la silueta de Covarrubias.
Entre la torre y la iglesia se aprovecha la pendiente natural para disponer unas gradas, generando un auditorio natural. Con sólo abrir un portón este espacio queda comunicado con el interior de la capilla, usando el mismo escenario. Además aquí se encauza el arroyo existente y se coloca una
fuente para que los paseantes puedan refrescarse.