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Covarrubias / Sociedad
La villa donde Blas de Otero encontró el amor

«Covarrubias era para los dos nuestro sitio sagrado y yo lo amo con toda la fuerza de mi alma», asegura Sabina de la Cruz, entregada ahora a su labor como presidenta de la Fundación Blas de Otero.
Los lugares en los que se viven momentos importantes de la vida quedan grabados para siempre en el corazón. Por eso, Covarrubias tiene un hueco especial dentro del de Sabina de la Cruz, la viuda del poeta bilbaíno Blas de Otero, del que este año se cumple el centenario de su nacimiento. Y seguro que también lo tuvo en el del autor, como se puede descifrar de los poemas que dedicó a la villa y de las palabras de la que fuera su mujer. «A Covarrubias lo amo con toda la fuerza de mi alma. Allí nos hicimos novios Blas y yo».
Sabina de la Cruz había recitado en numerosas ocasiones poemas de Blas de Otero en la Asociación Artística Vizcaína antes de que lo conociera personalmente en octubre de 1961, cuando recién llegado de París, un grupo de amigos lo llevó de visita a casa de la mujer. «Era un hombre que impresionaba muchísimo, además de ser guapo y tener muy buen aspecto físico, tenía unos ojos que asombraban», cuenta Sabina, que por entonces ya había pasado algún verano en Covarrubias, acompañada de familiares y de amigos de Bilbao que descendían de la villa rachela. «Él pidió unirse a estos veranos en Covarrubias, y así fue como se sumó a mi grupo de amigos, donde también estaba mi hermana y mi sobrina pequeña, en el verano de 1962», comenta la viuda del poeta, que recuerda que todo el grupo se hospedaba en la Pensión Mise, donde hoy en día se encuentra el Restaurante de Galo.
«Aquel verano paseamos mucho por Covarrubias, primero con amigos y después los dos solos. Caminábamos y caminábamos casi sin decirnos nada y así poco a poco fueron surgiendo los sentimientos. Nos enamoramos en Covarrubias y Blas recuerda estos momentos en diferentes poemas». La orilla del río Arlanza bajo la sombra del Torreón de Fernán González o el paseo que une la villa rachela con San Pedro de Arlanza, donde como recuerda Sabina de la Cruz, hay cuevas, fueron algunos de los lugares que más gustaban a la pareja para descubrirse el uno al otro. «Fue algo lento, pero precioso y muy romántico. Covarrubias para mí es un paisaje idealizado, porque fue allí donde conocí a la persona definitiva, y a Blas también le encantaba este rincón de Castilla», comenta Sabina de la Cruz.
Cuando el verano finalizó, ambos regresaron a Bilbao, donde siguieron quedando y donde la relación se fue fraguando y formalizándose, hasta que un tiempo después él tuvo que marcharse a Cuba para hacer de jurado en el Premio Casa de las Américas. «Al mes de llegar a Cuba se casó con una cubana, divorciada y madre de un niño, pero aquello solo duró tres años», cuenta Sabina, que aprobó unas oposiciones y se marchó a Madrid para desempeñar su trabajo en la Universidad Complutense.
Precisamente fue en la capital donde se reencontraron años después y donde retomaron su historia de amor. «Acababan de operar a Blas de un tumor canceroso, compramos un apartamento en Madrid y ya nos quedamos allí para siempre. Volvimos juntos varias veces a Covarrubias, para nosotros era como un lugar sagrado», comenta Sabina de la Cruz, que recuerda que Lerma, en sus múltiples viajes entre Bilbao y Madrid también era un lugar de parada para ellos. «Tomábamos un café en un bar enfrente del Palacio Ducal y comprábamos pastas de las monjas. Con Blas siempre lo hacía, y ahora, cuando voy con familia, también lo hago, es como un ritual», comenta la mujer, que despidió al amor de su vida en 1979. «Congeniábamos muy bien, en las cosas serias pensábamos lo mismo. Éramos diferentes, pero nos compenetrábamos, y sobre todo, nos queríamos muchísimo».

FOTOS Y POEMAS EN EL GALÍN

Covarrubias también recuerda al autor, de hecho, en el Restaurante de Galo hay dos fotografías de Blas de Otero, una en la puerta del establecimiento, por entonces la pensión donde se alojaban, y otra a los pies del Torreón. Igualmente, sobre la pared del local cuelga un poema que el bilbaíno dedicó a la villa rachela y que lleva por título En un lugar de Castilla. Curiosamente, treinta años después de aquel verano en el que iniciaron su relación sentimental, en 1992, Sabina de la Cruz fue la pregonera de la Fiesta de la Cereza, donde leyó un texto que Blas de Otero escribió a Covarrubias.
Para la viuda del escritor, la obra de Blas de Otero es muy completa y está íntimamente ligada a su vida y a cómo la vivió. «Es uno de los grandes poetas de este país. No escribía solo por el placer de escribir, sino de acuerdo con su vida. Lo que salía de su pluma salía de su corazón», recuerda su mujer, que confiesa que Blas era un hombre muy silencioso. «Hablaba muy poco y yo mucho, solía decirme que todos sus silencios los cubría yo», comenta Sabina de la Cruz, que asegura que sigue teniendo amistades en Covarrubias.
En la actualidad, esta mujer que ya cuenta con 84 años, está volcada con su trabajo al frente de la Fundación Blas de Otero, de la que es presidenta. «Estoy haciendo una labor importante, que es dejar constituida la parte física de la Fundación, a la que he donado toda la documentación, manuscritos, apógrafos y libros de Blas. Ahora hay que dejar todo este material colocado y tratado con las condiciones perfectas para que se conserve bien para siempre. Todo lo que me queda de vida lo voy a dedicar a esta fundación», asegura la mujer, que los últimos meses se ha centrado en revisar una edición rústica que acaba de publicarse de las obras completas de Blas de Otero. «Ha quedado preciosa, mejor de lo que me imaginaba», comenta orgullosa.

Fuente: Diario de Burgos de hoy.
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