CRESPOS, PARAÍSO RURAL
En
primavera, en
verano, en
otoño y, cómo no, en
invierno, adornado por una intensa
nevada, el pequeño
pueblo de Crespos destila por sus cuatro costados la esencia del tradicional mundo rural. En el confín más apartado del
Valle de Manzanedo y escondido en un profundo y pintoresco
vallejo, en el que se alternan los quebrados y desafiantes cortados rocosos con los mágicos y umbríos bosques de hayas y quejigos, se localiza este idílico pueblo: uno de los conjuntos rurales mejor conservados de toda la comarca de Las Merindades.
Pocos lugares de la provincia de
Burgos conservan la tranquilidad y la belleza de esta pequeña aldea del Valle de Manzanedo. Enmarcado por unas atrevidas formaciones calizas y protegido por el frente rocoso que desciende del cercano páramo de
Bricia, el valle de Crespos goza de un especial microclima que ha favorecido el desarrollo de una variada y espectacular comunidad vegetal. Los bosques de hayas, robles, quejigos, arces y avellanos llegan muy cerca de un
caserío que todavía muestra todo el sabor de la construcción popular de la zona: la
casa montañesa con amplia solana de madera en la planta superior.
El pueblo estuvo deshabitado en la década de los años setenta del pasado siglo XX, pero el cariño de alguno de sus antiguos habitantes y el interés de sus nuevos pobladores lo han convertido en uno de los referentes del turismo rural de
Castilla y León. Hay que mencionar a Isabel y Javier los propietarios del
Hotel Rural La Gándara, el lugar ideal para sentirse por unos días inmersos en este paraíso rural.