A iniciativa de la familia Pereda, localizan en una fosa común del alto de la Mazorra los restos de unos once fusilados en 1936, entre los que se halla Agapito Pereda, vecino de Quisicedo
M. A. ValdivielsoA. Castellanos / El amiñé
Agapito Pereda Martínez tenía 40 años, una esposa de 36 y cuatro hijos, el menor de solo un año y medio, cuando fue detenido en Quisicedo (Merindad de Sotoscueva) y conducido a la cárcel de Villarcayo. Era noviembre de 1936. Dos días después fue fusilado. Testigos presenciales de su enterramiento en una fosa común dieron pistas a su familia que ayer pudo presenciar su localización en el Alto de la Mazorra, en las cercanías de la valdivielsana ermita de la Hoz.
Isabel Pereda, de 88 años de edad, contaba con solo 13 cuando se llevaron a su padre de casa y le partieron la cara de un culatazo en su presencia. Ayer pudo observar junto a su hijos Pedro y Elisa, nietos de Agapito, los trabajos de localización de la fosa que apenas duraron un par de horas. Como explica Elisa Pereda Pereda, «contábamos con encontrar unos cinco cuerpos, todos ellos de vecinos de Quisicedo que fueron fusilados a la vez, pero hemos comprobado que son más». Un testigo presencial de la cercana localidad de Dobro y que tenía solo 9 años cuando se produjo el fusilamiento en aquel lugar, calcula que pueden haber unas once personas allí enterradas, dos de ellas mujeres y una de las cuales estaba embarazada de ocho meses. Los expertos de la Sociedad Aranzadi exhumarán sus restos el próximo mes de mayo y muchas incógnitas quedarán desveladas.
La familia Pereda, que cuenta con una subvención del Ministerio de la Presidencia gracias a la Ley de Memoria Histórica, ya ha localizado a cinco familias oriundas de Quisicedo y Villamartín de Sotoscueva, que con casi toda probabilidad tengan a sus antepasados en la misma fosa. Pero ahora han aparecido más cuerpos, por lo que invita a otras familias de Las Merindades a entrar en contacto con ella y así poder recoger los restos de sus seres queridos. «Nos gustaría contactar con todas las familias y en el momento de la identificación poder entregarles los restos», señaló ayer Elisa Pereda, quien inició la búsqueda de su abuelo hace más de una década.
Entonces, fue cuando testigos presenciales ubicaron su enterramiento en el puerto de La Mazorra. Después conoció la fosa común hallada en el cementerio de Valdenoceda y en la que han aparecido los restos de 151 presos del penal de la localidad enterrados entre 1938 y 1943. Se puso en contacto con la asociación de familiares creada y logró allanar el camino para conocer cómo obtener una ayuda y comenzar el proceso de identificación de su abuelo.
La familia Pereda, en parte ya afincada en la provincia de Vizcaya y en parte en Villarcayo, sigue manteniendo los vínculos con Villarcayo y con la Merindad de Sotoscueva. Elisa habla sin rencor del pasado. «Mi abuelo no estaba metido en política ni en nada, lo detuvieron por una cuestión de venganzas personales», relata. En su partida de defunción no consta dónde se produjo su fallecimiento, porque sencillamente aparece como «desaparecido». Ahora, su hija y sus nietos ya están prácticamente seguros de haberlo hallado 75 años después. Las pruebas de ADN corroborarán sus esperanzas. Quien desee contactar con esta familia puede hacerlo en el 653 702
M. A. ValdivielsoA. Castellanos / El amiñé
Agapito Pereda Martínez tenía 40 años, una esposa de 36 y cuatro hijos, el menor de solo un año y medio, cuando fue detenido en Quisicedo (Merindad de Sotoscueva) y conducido a la cárcel de Villarcayo. Era noviembre de 1936. Dos días después fue fusilado. Testigos presenciales de su enterramiento en una fosa común dieron pistas a su familia que ayer pudo presenciar su localización en el Alto de la Mazorra, en las cercanías de la valdivielsana ermita de la Hoz.
Isabel Pereda, de 88 años de edad, contaba con solo 13 cuando se llevaron a su padre de casa y le partieron la cara de un culatazo en su presencia. Ayer pudo observar junto a su hijos Pedro y Elisa, nietos de Agapito, los trabajos de localización de la fosa que apenas duraron un par de horas. Como explica Elisa Pereda Pereda, «contábamos con encontrar unos cinco cuerpos, todos ellos de vecinos de Quisicedo que fueron fusilados a la vez, pero hemos comprobado que son más». Un testigo presencial de la cercana localidad de Dobro y que tenía solo 9 años cuando se produjo el fusilamiento en aquel lugar, calcula que pueden haber unas once personas allí enterradas, dos de ellas mujeres y una de las cuales estaba embarazada de ocho meses. Los expertos de la Sociedad Aranzadi exhumarán sus restos el próximo mes de mayo y muchas incógnitas quedarán desveladas.
La familia Pereda, que cuenta con una subvención del Ministerio de la Presidencia gracias a la Ley de Memoria Histórica, ya ha localizado a cinco familias oriundas de Quisicedo y Villamartín de Sotoscueva, que con casi toda probabilidad tengan a sus antepasados en la misma fosa. Pero ahora han aparecido más cuerpos, por lo que invita a otras familias de Las Merindades a entrar en contacto con ella y así poder recoger los restos de sus seres queridos. «Nos gustaría contactar con todas las familias y en el momento de la identificación poder entregarles los restos», señaló ayer Elisa Pereda, quien inició la búsqueda de su abuelo hace más de una década.
Entonces, fue cuando testigos presenciales ubicaron su enterramiento en el puerto de La Mazorra. Después conoció la fosa común hallada en el cementerio de Valdenoceda y en la que han aparecido los restos de 151 presos del penal de la localidad enterrados entre 1938 y 1943. Se puso en contacto con la asociación de familiares creada y logró allanar el camino para conocer cómo obtener una ayuda y comenzar el proceso de identificación de su abuelo.
La familia Pereda, en parte ya afincada en la provincia de Vizcaya y en parte en Villarcayo, sigue manteniendo los vínculos con Villarcayo y con la Merindad de Sotoscueva. Elisa habla sin rencor del pasado. «Mi abuelo no estaba metido en política ni en nada, lo detuvieron por una cuestión de venganzas personales», relata. En su partida de defunción no consta dónde se produjo su fallecimiento, porque sencillamente aparece como «desaparecido». Ahora, su hija y sus nietos ya están prácticamente seguros de haberlo hallado 75 años después. Las pruebas de ADN corroborarán sus esperanzas. Quien desee contactar con esta familia puede hacerlo en el 653 702