Luz ahora: 0,12122 €/kWh

Torre de los Velasco, ESPINOSA DE LOS MONTEROS

La Torre Ilustre de Espinosa de los Monteros está ubicada en lo alto de un montículo en la margen del río Trueba, puede ser considerada también como un torreón dada su gran fortaleza y potente construcción. La denominación Monteros proviene de una tradición que desde el siglo XI poseían determinadas personas de la población como guardia de defensa real en periodos de vacaciones de éstas.

Es denominada Torre de los Velasco en relación a su constructor, Fernández de Velasco, primer conde de Haro. Consta que a principios del s. XVII esta fortaleza de los Velasco aún tenía por alcaide a Jerónimo de Al­mansa.

Pereda Merino supone que hay que fecharla en el si­glo XIII fundándose en detalles que no son válidos. Si hu­biera sido levantada en el s. XIV, como algunas veces se ha escrito, habría entrado lógicamente a formar parte de los mayorazgos más antiguos, cosa que no ocurre. Hay, pues, que deducir que, como tantos otros de la pro­vincia, sería levantada por el primer conde de Haro en la primera mitad del s. XV.

Se trata de un importante cruce de caminos en el norte de la provincia de Burgos, frente a la Cordillera Cantábrica y que enlazan con Cantabria, por lo que la torre vigilaba ese paso de acceso. Hay autores que hablan de la construcción de este edificio por árabes: no sería de extrañar dada la simpatía que mostraban los Velasco por judíos y árabes.

Ocupa un pequeño cerro cónico a orillas del río Trueba. Consta de un torreón al Sur y de otro cuerpo, menos importante en todos los sentidos, al Norte ro­deado de una barbacana, hoy en gran parte destruida. Lo destacado del emplazamiento unido a la esbeltez de la torre, acentuada por la verticalidad de los chopos que la rodean, dan como resultado una bella estampa que rompe en gran medida el sentido arisco con que fue construida.

La torre es aproximadamente el doble de larga que de ancha. Se asciende al primer piso por un patín bien defendido por almenas y abundantes saeteras. Bajo él se abre el ingreso a la planta baja. Sobre la escalera puede apreciarse un ajimez y un pequeño vano, enrejados y co­ronados con los escudos de los Velasco. Encima llama poderosamente la atención la apretada fila de largos me­chinales para triple superposición de vigas, que prolon­gándose desde el interior sobresalían formando una gale­ría que recorrió todo el perímetro de la torre.

A ella se accedía por una pequeña puerta en cada lienzo. Encima sobresale una doble serie de canes en los que se engan­charía el armazón de la citada galería de madera. Es de suponer que además de balconaje podría hacer la fun­ción de cadalso en caso necesario.

Después viene el úl­timo piso destacado por ligera imposta. Los materiales, menos compactos, quizá indiquen una ampliación posterior del cuerpo bajo. Las almenas, con pequeñas saeteras, aún permanecen en buen estado. En los cuatro paramentos se abren contados vanos con el clásico arquillo apuntado, así como varias saeteras, algunas muy rasgadas.

El interior está completamente desmantelado. Los muros disminuyen de grosor a medida que ascienden. Al comienzo del patín se encuentra el segundo cuerpo del castillo. El hecho de estar yuxtapuesto, la peor calidad de los materiales y las ventanas adinteladas o de arco de medio punto indican claramente que es obra posterior, seguramente del s. XVI.

A través de un arco ojival, interiormente rebajado, se pasa a un callejón desde el que se accede a un patio (o quizá barbacana) y al segundo cuerpo mencionado que pudo servir de caba­lleriza o almacén. Se encuentra muy destruido. Da por el Norte directamente al escarpe del río. Algunas obras inacabadas parecen indicar que se pre­tendió cercar la cima del cerro. La torre es de mampostería tendiendo al sillarejo, que en los vanos es especialmente de buena calidad.

Posee ménsulas y soportes para el balcón que la rodeaba y en sus lados presenta una fila de mechinales y en la parte superior dos filas de canes; en una de ellas se mantenía la madera que soportaba un balcón exterior. Todavía es posible distinguir la madera sobre la que se sostenía el balcón que recorrería toda la torre.