Decíamos antes que los Monteros de Espinosa guardaban el cuerpo del rey tras su fallecimiento, hasta que era sepultado. Cuando murió Alfonso XII en El Pardo en 1885, los monteros Manuel Fernández de Villa y Rafael Gómez Marañón se encontraron con el
médico, el jefe de
palacio y otras personas importantes ante el cuerpo del rey. Allí, con el féretro abierto, se certificó que el fallecido era el rey Alfonso XII, como dictaba el protocolo, y se entregó el cuerpo a los monteros
para su custodia. También eso seguía el protocolo, de acuerdo a lo que escribió otro montero, Rufino de
Pereda, en su libro sobre los monteros