Aparentemente, la
iglesia de
Fuente Úrbel es una iglesia
románica normal, formada por un
ábside, un cuerpo de una sola nave y
torre campanario. Al parecer fue restaurada hacia el siglo XV manteniendo su ábside original.
Construida de
piedra, cual baluarte defensivo, parece una iglesia más de la zona de Villadiego. Pero no lo es.
Nuestra primera aproximación se refiere a tres
canecillos del ábside, el más popular, denominado “el del turbante”, que inmediatamente nos lleva a preguntarnos qué hace aquí un tuareg hasta que la aproximación nos evidencia que más que turbante es venda con la que se intenta cubrir una enfermedad evidenciada en la cara despejada. Quizás estemos ante la representación de un enfermo de lepra en función de la próxima leprosería entonces existente en la cercana zona del
rio Tirón, si bien puede estar también relacionado con la existencia de Hospitales de Peregrinos que proliferaban a lo largo del
camino de Santiago en los que además de cuidar enfermos se albergaba a los caminantes. Esta puede ser una razón de existencia del
convento de monjas ubicado en La Serna a los que algún lugareño asocia con un actualmente inexistente
Hospital de
San Vicente.
El segundo
canecillo que llama nuestra atención es el de un desesperado lector que cubre sus ojos con una venda. Un lector imposible. Su significado es claro, no obstante, la representación del canecillo con los ojos tapados y un libro en las manos: la fe a la manera de Eriúgena y los sanjuanistas. Dios sólo puede ser conocido por la fe y la única guía que tiene la fe es la Revelación de Dios a través de la Sagrada Escritura. Es un pecado de orgullo pretender conocer a Dios a través de la razón. Ese es el pecado de Adán: el querer
comer del
árbol de la vida, del bien y del mal, para ser como Dios. La fe separa al creyente, que sigue el verdadero camino de Dios, del que sigue el camino que conduce al
dragón, la representación del maligno. Fe de una manera determinada es la que conduce hacia el No-Ser de Dios del que habla Eriúgena.
Hay un tercer canecillo. Es una cabeza extraña de cuya boca, por ambas comisuras de los labios surgen a modo de fierros o cadenas, cada una de las cuales se introduce por sus respectiva oreja.
Y aquí, en este canecillo, empieza el sincretismo de lo celta, algo que veremos después reflejado en el interior de la iglesia. Es importante destacar que no es un canecillo cualquiera, el autor, el
escultor, ha querido fijarlo en un lugar adecuado, de cara a todas las direcciones, para que se le escuche bien, porque tiene algo que decir a todos los hombres. Su importancia queda reforzada al ser uno de los dos motivos reproducidos posteriormente en el ábside de la iglesia de
La Piedra, dejando así evidencia de la mayor
antigüedad de la iglesia de Fuenteurbel y de la importancia de sus contenidos.
Sólo podemos comprender el significado de esta cabeza acudiendo a la mitología celta y lo que sigue es lo que nos encontramos: Ogmios.
Este Ogmios era un Dios civilizador, el Dios de la elocuencia y de los discursos persuasivos. Su fuerza no era física sino que estaba en las cadenas, su símbolo, que unían su lengua con las orejas de quienes le escuchaban, que los atrapaba y encadenaba por las orejas.
Mitológicamente se le representa como un anciano todo arrugado, vestido con una piel de
león; lleva maza,
arco y carcaj. De una cadenilla de oro -cuya extremidad traspasa su lengua agujereada- penden multitudes considerables de hombres atados por las orejas. Así dijo verle Luciano de Samosate, retórico griego del siglo II de nuestra Era que le dedicó un tratado, representándole con los rasgos de un viejo de piel rugosa y casi calvo, o mejor dicho tonsurado al estilo druídico, con los cabellos que le quedaban todos canos.
Pero la fuerza de este dios no era física sino que estaba en las cadenas, su símbolo, que unían su lengua con las orejas de quienes le escuchaban. Era pues un dios civilizador el dios de la elocuencia y de los discursos persuasivos. Para algunos investigadores el nombre de Ogmios, no sería céltico, sino una adaptación del griego Ogmos que significa camino, o
sendero; de esta forma Ogmios sería el Conductor, pero para otros sería el mismo nombre del conocido Heracles (Hércules).
Entre los celtas galeses Gwyddyon es el equivalente más próximo al celta irlandés Oghma, pero tenía otros nombres según la zona celta que lo venerase. De esa forma, fue llamado “Ogmios” en la Galia, Occma, entre los celtas de Escocia, Ogmia entre los celtas britanos y se apunta la posibilidad de “Ocnioroco” entre los celtas hispanos. En Gales “Gwyddyon” -como dios territorial- es el que más se acerca a las características de Oghma. En la Galia, sin embargo, recibiendo el nombre de Ogmios, mantiene cierta ambigüedad.
A partir del siglo XI, debido a la aculturización cristiana, dejó de ser considerado una divinidad primordial entre los celtas y pasó a ser tan sólo un guerrero arcaico de leyenda que murió en la segunda batalla de Magh Tuireadh.
Como dios elocuente está reflejado en monedas tardías, halladas en la Bretaña Armoricana.
Ogmios es el Inventor del ogam, conjunto de signos mágicos cuya fuerza es tan grande que puede paralizar al adversario. La escritura ogámica sirvió para las inscripciones funerarias de toda la época pagana, y su
tradición no se perdió después, ya que fue conservada por los monjes irlandeses y después por los escribas de tiempos posteriores al siglo IX.
Para la mitología irlandesa pertenecía a los Tuatha De Danann y se le apodaba "el de la faz solar". En su nombre se profieren las bendiciones a favor de los
amigos y las maldiciones en contra de los enemigos. Está mirando al Este pero hay dos miradas ¿una a cada solsticio?.
¿Qué hace aquí Ogmios? ¿Qué hace un símbolo celta presidiendo un templo cristiano? ¿De donde ha salido? ¿Quién lo ha traido?
Evidentemente es un sincretismo, el cristianismo está lleno de ellos y el
románico también. Un sincretismo es un concepto vigente en una cultura que se traslada a otra cultura, que lo absorbe, que lo hace suyo.
En esta representación de Ogmios, de un Ogmios que ha perdido su vigencia, el escultor cristiano encuentra un sinónimo: La Divina Palabra, o mejor dicho, la fuerza de su elocuencia, una fuerza que enlaza a los hombres que la escuchan. Una elocuencia, la de la Divina Palabra cuya fuerza es tal que atrapa, que encadena a los hombres que la escuchan, una Palabra que hay que pregonar en todas las direcciones.
Y para representar la fuerza de la elocuencia de la Divina Palabra el escultor trae a Ogmios, entre otras razones, porque le conoce, porque el artista es monje, un monje irlandés, que ha llegado a
España por
vía marítima realizando su peregrinación sin retorno, un viajero marítimo experto que ha desembarcado en las costas cántabras y que ha llegado al interior por donde han llegado muchos peregrinos y otros viajantes, por el cauce del rio Besaya, usando la vía
romana que transcurre por su
valle, lugar en el que se acaban de descubrir
ruinas románicas de un hospital de peregrinos. Un monje irlandés, miembro de un grupo de monjes, que nos ha dejado en el interior de la iglesia de Fuenteurbel una narración de su viaje que luego veremos. Un monje irlandés, practicante del rito céltico cristiano compañero en cuanto tal de otros semejantes que trabajaron en el románico en diversos lugares de la península, de
Burgos, de
Segovia, de
Soria, de
Navarra y de
Aragón, igual que lo hicieron en toda Europa.
* Círculo Románico