Aidan no lo dudó. Al contemplar el estado en el que devolvieron a Ailbe, el joven aprendiz del grupo, a la choza en la que habían sido recluidos, tomó la decisión. Sus compañeros debían huir. Sólo él era el culpable. Por esa razón, sólo él debía pasar el amargo precio de la incomprensión.
El joven Ailbe había entrado llorando a lágrima viva, ocultando su mano derecha. Ciaran, un hombre alto y corpulento, el enfermero del grupo, se percató a la primera del problema. Se acercó al joven Ailbe y le...