La Escuela en el pueblo de Fuenteúrbel en los años 50.
A la escuela se entraba a los 6 años y se salía a los 14.
En la única aula que tenía, que además era la residencia de la familia de la maestra, estábamos todos niños y niñas.
Para estudiar sólo utilizábamos un libro: la "Enciclopedia" y el Catecismo que aprendíamos de memoria. El “pizarrín” era un útil escolar imprescindible en la escuela. Consistía en una especie de pequeña pizarra portátil que reemplazaba a los actuales cuadernos, lápices y bolígrafos de los escolares de esta época.
El aula estaba dotada de un gran escritorio de madera, donde permanecía casi todo el tiempo sentaba la maestra, en invierno al calor del brasero. También tenía una pizarra, varias filas de pupitres con huecos donde se incrustaban los tinteros y en las paredes, recuerdo, había algunas láminas murales con escenas bíblicas del Antiguo Testamento. Recuerdo particularmente una lámina, ubicada a la derecha que mostraba la escena de “Abraham y el sacrificio de sus hijo Isaac”.
Durante el recreo, si el tiempo lo permitía, salíamos a la calle y jugábamos a diferentes juegos que variaban según las estaciones.
Al medio día salíamos a comer; la mayoría de los niños comían con sus apdres el campo ya que cuando llegaban a sus casas tenían que llevar la comida en una cesta a su padre que se hallaban trabajando en alguna finca mas o menos cercana al pueblo.
Los domingos a la hora de la misa antes del tercer repique de campana los niños íbamos todos, a la escuela y desde allí, organizados en dos filas, uno de los chicos mayores, encabezaba un cortejo o desfile llevando una cruz de madera mientras todos nos desplazábamos acompañados de la maestra hasta la iglesia. Antes de entrar en el atrio, se rezaba una oración. Al concluir la misa el cortejo, organizado de igual forma, regresaba a la escuela dejando la cruz en un sitio especial destinado para ese fin al fondo del aula. Alvaro Ruiz.
A la escuela se entraba a los 6 años y se salía a los 14.
En la única aula que tenía, que además era la residencia de la familia de la maestra, estábamos todos niños y niñas.
Para estudiar sólo utilizábamos un libro: la "Enciclopedia" y el Catecismo que aprendíamos de memoria. El “pizarrín” era un útil escolar imprescindible en la escuela. Consistía en una especie de pequeña pizarra portátil que reemplazaba a los actuales cuadernos, lápices y bolígrafos de los escolares de esta época.
El aula estaba dotada de un gran escritorio de madera, donde permanecía casi todo el tiempo sentaba la maestra, en invierno al calor del brasero. También tenía una pizarra, varias filas de pupitres con huecos donde se incrustaban los tinteros y en las paredes, recuerdo, había algunas láminas murales con escenas bíblicas del Antiguo Testamento. Recuerdo particularmente una lámina, ubicada a la derecha que mostraba la escena de “Abraham y el sacrificio de sus hijo Isaac”.
Durante el recreo, si el tiempo lo permitía, salíamos a la calle y jugábamos a diferentes juegos que variaban según las estaciones.
Al medio día salíamos a comer; la mayoría de los niños comían con sus apdres el campo ya que cuando llegaban a sus casas tenían que llevar la comida en una cesta a su padre que se hallaban trabajando en alguna finca mas o menos cercana al pueblo.
Los domingos a la hora de la misa antes del tercer repique de campana los niños íbamos todos, a la escuela y desde allí, organizados en dos filas, uno de los chicos mayores, encabezaba un cortejo o desfile llevando una cruz de madera mientras todos nos desplazábamos acompañados de la maestra hasta la iglesia. Antes de entrar en el atrio, se rezaba una oración. Al concluir la misa el cortejo, organizado de igual forma, regresaba a la escuela dejando la cruz en un sitio especial destinado para ese fin al fondo del aula. Alvaro Ruiz.