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esculturas hasta la llegada de la embajada del obispo. Los clérigos francos tenían razón. Si había un culpable, ese era él, Aidan de Murlough. Sí, culpable de querer convertir las viejas imágenes que había aprendido en las tradiciones del clan de sus abuelo, los MacNjil, en el símbolo perfecto de las almas de todos los hombres.
Sin embargo, en ningún momento Aidan se arrepintió aquella noche de la decisión que había tomado hacía ya unos cuantos años. Como todos los nativos de la bahía de Murlough, conocía que en la nueva tierra de los Scotti, más allá de la punta rocosa de Torr Head, se estaban construyendo nuevos templos. No obstante, él tenía que cumplir un viejo sueño de su abuelo: dirigirse a la noble tierra de Los hijos de Mil. Por este motivo, todavía en aquella noche de fiebre, incomprensión y miedo, Aidan pudo recordar las palabras de su abuelo:
-Aidan, no olvides jamás estas palabras. Si el gigante Finn MacCool nos marcó con su sendero de piedra el camino hacia la nueva tierra de los Scotti más allá de la isla de Staffa, en el camino de leche de las estrellas, siempre el buen Dios nos ha dejado indicado hacía dónde dirigirnos para encontrar la vieja tierra de Los nobles hijos de Mil. Recuerda que Los hijos de Mil sobrevivieron al Diluvio Universal. Por lo tanto, nosotros, sus descendientes, también procedemos del linaje de Noé, el gran navegante. Además, no olvides que ese camino de leche de las estrellas siempre ha sido conocido por nosotros como el gran arco iris que colocó en el cielo el viejo dios Lugh para orientarnos en la oscuridad de la noche.
En medio del sudor, del miedo y del frío, Aidan había podido recordar que el viaje había sido muy duro. De una dureza tal que sólo los hombres que inician su Peregrinatio propter Christum, su camino hacia Cristo, están dispuestos a soportar. El buen Dios, cuyos antepasados habían conocido bajo el nombre de Dagda, había sido generoso con ellos y les había mostrado su camino personal >>
Sin embargo, en ningún momento Aidan se arrepintió aquella noche de la decisión que había tomado hacía ya unos cuantos años. Como todos los nativos de la bahía de Murlough, conocía que en la nueva tierra de los Scotti, más allá de la punta rocosa de Torr Head, se estaban construyendo nuevos templos. No obstante, él tenía que cumplir un viejo sueño de su abuelo: dirigirse a la noble tierra de Los hijos de Mil. Por este motivo, todavía en aquella noche de fiebre, incomprensión y miedo, Aidan pudo recordar las palabras de su abuelo:
-Aidan, no olvides jamás estas palabras. Si el gigante Finn MacCool nos marcó con su sendero de piedra el camino hacia la nueva tierra de los Scotti más allá de la isla de Staffa, en el camino de leche de las estrellas, siempre el buen Dios nos ha dejado indicado hacía dónde dirigirnos para encontrar la vieja tierra de Los nobles hijos de Mil. Recuerda que Los hijos de Mil sobrevivieron al Diluvio Universal. Por lo tanto, nosotros, sus descendientes, también procedemos del linaje de Noé, el gran navegante. Además, no olvides que ese camino de leche de las estrellas siempre ha sido conocido por nosotros como el gran arco iris que colocó en el cielo el viejo dios Lugh para orientarnos en la oscuridad de la noche.
En medio del sudor, del miedo y del frío, Aidan había podido recordar que el viaje había sido muy duro. De una dureza tal que sólo los hombres que inician su Peregrinatio propter Christum, su camino hacia Cristo, están dispuestos a soportar. El buen Dios, cuyos antepasados habían conocido bajo el nombre de Dagda, había sido generoso con ellos y les había mostrado su camino personal >>