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-Lo que tú digas -aceptó Fiacre, añadiendo-: ¿Y la representación de nuestro buen Dios a la manera de los antiguos Scotti de la bahía de Murlough cómo la has pensado?
-Estamos en una tierra donde el agua, por ser sagrada, forja poderosos metales y sana a los hombres y a los animales, el caldero y la clava no pueden faltar.
-Me parece bien. Pero, ¿cómo hablarás de la imitación de Cristo?
-Con un símbolo de la naturaleza de estas tierras, con el Lilium Candidum, con la representación de cuatro tulipas orientadas hacia abajo y con seis pétalos cada una.
-Me parece una gran intuición representar a Cristo como lirio tal y como indican tanto San Jerónimo como San Bernardo. Además -confirmó Fiacre-, la tulipa de un lirio tiene la forma de una copa, de un cáliz.
-Por eso, el otro capitel llevará también el símbolo eucarístico del cáliz. No olvides que del cáliz eucarístico, de la sangre derramada de Cristo, es de lo que hablaban proféticamente nuestros antepasados a través del símbolo del caldero de Dagda. Para el último capitel tengo pensada una síntesis del cáliz con nuestro antiguo mito celta del hombre pájaro.
- ¿Cómo conseguirás esto? -preguntó admirado Fiacre-.
-Jugando con el nombre de los dos grandes santos cuya vida imitamos: San Columba y San Columbano. Escupiremos dos palomas (columba en latín) con cara de hombre que sostengan un cáliz.
- ¡San Columba y San Columbano como los guardianes de lo maravilloso, de Cristo! Así como nuestros antepasados intuyeron la existencia de un buen Dios, al que llamaron Dagda, que poseía el poder de la vida y de la muerte en un caldero, así nosotros, verdaderos cristianos, conocemos que la vida eterna se hace presente en un cáliz cada vez que el sacerdote lo consagra.
-No te emociones tanto -le aconsejó Aidan- que los sentimientos no conducen al verdadero conocimiento del los misterios del buen Dios.
- ¡Oh, viejo Dagda! -susurró Fiacre-.
-Mejor que no lo nombres así -le aconsejó Aidan-, y que utilices la fórmula que a todos los habitantes de Scottia nos aconsejó nuestro glorioso San >>
-Estamos en una tierra donde el agua, por ser sagrada, forja poderosos metales y sana a los hombres y a los animales, el caldero y la clava no pueden faltar.
-Me parece bien. Pero, ¿cómo hablarás de la imitación de Cristo?
-Con un símbolo de la naturaleza de estas tierras, con el Lilium Candidum, con la representación de cuatro tulipas orientadas hacia abajo y con seis pétalos cada una.
-Me parece una gran intuición representar a Cristo como lirio tal y como indican tanto San Jerónimo como San Bernardo. Además -confirmó Fiacre-, la tulipa de un lirio tiene la forma de una copa, de un cáliz.
-Por eso, el otro capitel llevará también el símbolo eucarístico del cáliz. No olvides que del cáliz eucarístico, de la sangre derramada de Cristo, es de lo que hablaban proféticamente nuestros antepasados a través del símbolo del caldero de Dagda. Para el último capitel tengo pensada una síntesis del cáliz con nuestro antiguo mito celta del hombre pájaro.
- ¿Cómo conseguirás esto? -preguntó admirado Fiacre-.
-Jugando con el nombre de los dos grandes santos cuya vida imitamos: San Columba y San Columbano. Escupiremos dos palomas (columba en latín) con cara de hombre que sostengan un cáliz.
- ¡San Columba y San Columbano como los guardianes de lo maravilloso, de Cristo! Así como nuestros antepasados intuyeron la existencia de un buen Dios, al que llamaron Dagda, que poseía el poder de la vida y de la muerte en un caldero, así nosotros, verdaderos cristianos, conocemos que la vida eterna se hace presente en un cáliz cada vez que el sacerdote lo consagra.
-No te emociones tanto -le aconsejó Aidan- que los sentimientos no conducen al verdadero conocimiento del los misterios del buen Dios.
- ¡Oh, viejo Dagda! -susurró Fiacre-.
-Mejor que no lo nombres así -le aconsejó Aidan-, y que utilices la fórmula que a todos los habitantes de Scottia nos aconsejó nuestro glorioso San >>