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FUENTE URBEL: el dedo meñique. Cuando cogió el dedo anular de Ailbe,...

el dedo meñique. Cuando cogió el dedo anular de Ailbe, Ciaran ya sabía que el joven aprendiz se había desmayado. Ya sin tantas prisas y con más cuidado, acabó la tarea colocando en su sitio los huesos del resto de los dedos de la mano.

Cuando Ciaran acabó, todos dejaron de coger o de hacer fuerza sobre el cuerpo del muchacho. Sentados junto a su cuerpo, los cuatro hombres se miraron en silencio. Aidan inició una vez más la oración de La coraza de San patricio. Cuando los cuatro acabaron de recitarla en voz alta y en su lengua materna gaélica irlandesa, Aidan creyó que era el momento oportuno de exponer su plan.
-Esta próxima madrugada, cuando Ailbe esté ya algo mejor, debéis huir.
-No... -empezó a decir Fiacre-.
-Por favor, déjame hablar -le ordenó-. De madrugada, debéis escapar juntos aprovechando que yo me pondré enfermo.
- ¿Cómo sabes que te pondrás enfermo? ¿Acaso tienes el don de la profecía? -le preguntó escéptico Eunan-.
-Dejadme primero que os explique todo -le cortó seco y de forma desagradable Aidan-. Después, hacedme las preguntas que queráis. Una vez que me ponga enfermo, llamad a los dos vecinos de Fuente Urbel que custodian nuestra choza. Son buena gente. Gente pacífica que nos aprecia. Cuando ellos me encuentren con fiebre, explicadles que tenéis que ir a buscar unas plantas medicinales y, sin ejercer violencia sobre ellos en ningún momento, abandonad tranquilamente la estancia por la puerta. Estoy convencido de que no alzarán su mano contra vosotros y de que os dejaran partir.

En ese momento, Aidan se levantó del suelo y se dirigió hacia el cercano fuego. Con la ayuda de una escoba de brezo, fue haciendo una pequeña montaña de ceniza. Se volvió hacia ellos y se puso a comerla. Cuando acabó de tragar la primera medida de ceniza que había tomado con la ayuda de su mano derecha, se volvió hacia sus tres compañeros que le observaban atónitos y les ordenó: