El Páramo de Corcos desde
Fuentemolinos, es el protagonista del recorrido y brinda la oportunidad de disfrutar de un
paisaje de extrema aridez, lo que le otorga un gran atractivo, al tiempo que permite recrearse en un hábitat rico en vida, donde una amplia avifauna encuentra un lugar ideal para vivir.
A medida que se desciende, los vallejos que conducen hasta la Vega del
Río Riaza comienzan a poblarse de una diversa y rica vegetación que llena de
colorido el horizonte, sobre el que se alza como un espectador privilegiado el recinto
amurallado de
Haza.
El nombre del
pueblo de Fuentemolinos es bastante aclaratorio sobre su origen. Poseía una
fuente y varios
molinos, destacaban también las buenas cosechas de cañamón que ofrecían sus
campos, siendo un pilar fundamental en su economía, puesto que los fabricantes de la cordelería y de la talabartería demandaban la producción de esta planta para elaborar sus productos.
Partiendo desde esta localidad por el Sur, el
sendero conduce hacia el Páramo de Corcos por un cómodo
camino, el cual asciende lentamente por el interior de una vaguada dejando a ambos lados las erosionadas laderas sobre las que crece el
joven arbolado de una repoblación.
Al llegar al páramo se encuentra una bifurcación donde se debe tomar el camino de la izquierda. Ante el visitante se abre una enorme extensión de terreno semidesértico, ocupada por campos de cereal y matorrales, que aunque parecida nunca es igual.
Este áspero escenario es, sin embargo, un magnífico lugar para ornitólogos y amantes de la
naturaleza, puesto que alberga una innumerable cantidad de especies de aves que necesitan de este tipo de ecosistemas para crecer.
Algunos de ellos se encuentran incluso en peligro de extinción. Pardillos, cogujadas montesinas, alondras de Dupont, terreras comunes, calandrias, collalbas o codornices encuentran en estas zonas un lugar ideal para vivir. La monotonía del paisaje se rompe de repente al pasar junto a unas
fincas donde se cultiva el espliego formando un paisaje cargado de contrastes.
En el primer cruce, se gira a la izquierda y se avanza por un pequeño camino que ofrece unas magníficas vistas de la Serrezuela de Pradales. Pronto se llega hasta el borde del páramo donde el camino que se lleva desemboca en otro que lo cruza.
Tras dar un nuevo giro a la izquierda, el sendero lleva entre perdidos y algún
campo de labor hacia el Pico Romero. A medida que se avanza emerge la imagen del recinto amurallado de Haza, que resalta imponente sobre el
valle del río Riaza.
Tras cruzar por el borde de una tierra de labor el camino inicia su descenso por la divisoria de
aguas, bordeando una repoblación. En este tramo el camino realiza una serie de revueltas tratando de adaptarse a la fisiografía del terreno, repleta de cárcavas y pequeños vallejos. Un viñedo enclavado en la ladera aporta la nota de
color de la zona
Tras llegar a un camino de concentración parcelaria se da un nuevo giro a la izquierda, para enlazar poco después con una senda que desciende por el valle. A escasos metros de la senda se encuentra la fuente de Valdesuero, que se localiza en un enclave de gran singularidad entre unos pequeños cortados calizos.
Siguiendo por el sendero, adornado con
árboles ornamentales, y con la pequeña, pero densa ribera del arroyo, se desciende en un agradable
paseo hasta una cuidada área recreativa, lugar donde se puede hacer una parada a la
sombra del arbolado.
El tramo final del sendero continúa por el camino que se llevaba hasta llegar a la
carretera que une
Fuentecén con
Adrada de Haza. A partir de aquí es necesario caminar por su margen hasta alcanzar un camino que asciende a la ya próxima localidad de Fuentemolinos