La Contrarreforma supuso un notable incremento en la construcción de
iglesias y a partir de 1563 se produjo un asombroso aumento en su edificación, tras la publicación de las actas del Concilio de Trento.
En pocos momentos de la
historia de la
Iglesia se ve reflejada con mayor claridad la importancia de la liturgia en la transformación del espacio arquitectónico sagrado. Por tanto, los sermones y las confesiones darán lugar a la creación de algunos de los objetos arquitectónicos más singulares, extraordinarios y espectaculares del mobiliario sagrado: los
púlpitos y los confesonarios. Es en estos últimos en los que vamos a detenernos para demostrar el impacto de la normativa de los decretos conciliares en la organización espacial postridentina y el discurso iconográfico de los templos.
Las Instrucciones sobre la administración del sacramento de la Penitencia prescriben que el sacerdote “tendrá en la Iglesia un Confesonario señalado, en que oiga las confesiones: habrá dos confesonarios, en donde los feligreses lleguen a quinientos; y muchos más en donde hay más Confesores; cuyos Confesonarios estarán en lugar patente y público de la Iglesia, y no en los
rincones del Templo, o de alguna
Capilla”.