GREDILLA DE SEDANO: Antes, subía de la cuadra el rebuzno del burro, la...

Antes, subía de la cuadra el rebuzno del burro, la patada de la vaca y su ploff, ploff contra el suelo. Por las rendijas todo era armonía: sonido, olor, casi sabor. Lo arriesgado del asunto era que, a veces, sobre todo por la noche, te tocaba dejar el personal depósito orgánico en comunión con el mundo animal y doméstico. No había grito que superara ese de ¡abuelaaaaa!, cuando la vaca volvía solemnemente la cabeza egregia para comprobar el careto del visitante, -mosca tan rara- mientras rumiaba sin pausa y sin prisa, y sin estrellas. La abuela solía gritar demasiado lejos: ¡Voy luego!, pensando, seguramente, qué querría esa finolis de nieta, que no podía defecar en cuclillas y en silencio como todo el mundo. El tufillo bubulillo duraba lo que los días felices y solo se apreciaba cuando se abría la maleta, pasado el verano, en otro marco, casi en otra dimensión.