Castillo de estilo
románico, construido entre los siglos XII y XV, en estado de
ruina, pendiente de restauración. Esta población destaca como una impresionante ciudadela fortificada, apenas
sombra de lo que fue en el pasado. Resultó un fuerte bastión en el avance cristiano de comienzos del siglo X y en la defensa del curso del Duero como frontera firme a lo largo de todo el resto del siglo, precisamente cuando los ataques de los ejércitos musulmanes de
Córdoba contra los cristianos del norte fueron más furibundos.
En este cometido, la fortaleza de
Haza formaba parte de un imponente rosario de fortificaciones de frontera, que se completaba con las de Gormaz,
San Esteban de Gormaz, Osma, Clunia y
Roa, todas ellas situadas en la línea defensiva del Duero. El poblado definitivo, tal vez heredero de otro originario, se corresponde con el que podemos ver hoy,
amurallado, que ya existiría en 1182 cuando se fundó el
monasterio de
Santa María de Aza.
Durante los siglos XII y XIII el
pueblo estuvo sometido al señorío de la poderosa
familia de los Lara, aunque, en el enrarecido ambiente de continuas disputas protagonizadas por los grupos nobiliarios castellanos en la Baja Edad Media. Haza pasó a formar parte del domino señorial de los condes de Miranda, tras el enlace de Doña Aldonza con Diego de Zúñiga.
La fortaleza presenta, en la actualidad, un notable deterioro. El conjunto estuvo flanqueado por una gran
torre poligonal en el ángulo de la
iglesia, un cubo muy saliente en el sureste junto con una torre romboidal, y la torre del
homenaje sobre una pronunciada pendiente en el ángulo del noreste.
Se cree que la prominente torre cuadrangular es el elemento más arcaico, con función de atalaya, que podría datarse entre los siglos XII y XIII.
El resto de la estructura, es decir, la
muralla, los cubos semicirculares y cuadrangulares que reforzarían los lienzos y la parte superior de la torre, corresponderían al siglo XV.
La torre del homenaje se encuentra muy bien conservada, compuesta por tres plantas con escasas saeteras, lo cual da sensación de gran robustez. Para lograr una mayor eficacia defensiva, sólo se abrió una
puerta junto a la torre del homenaje, hoy desaparecida y sustituida por una gran hendidura. Asimismo, contaba con una
plaza de armas de la que queda aproximadamente la mitad.
MURALLA
Según el croquis dibujado a principios de siglo por Sentenach, que no corresponde con los restos actuales por haber desaparecido parte de ellos, la fortaleza de Aza consistía en un paralelogramo alargado en sentido Este-oeste, cuyos restos miden aproximadamente 90 por 70 metros de lado (lo que midió Sentenach alcanzaba los 122 metros de longitud). La cerca recorría el borde de la meseta que mira al Riaza abrazando casi todo el pueblo.
El conjunto estuvo flanqueado por una gran torre poligonal en el ángulo de la iglesia y por un cubo muy saliente en la
esquina del sureste. Junto a éste hay además una torre romboidal, posible
casa del alcaide, coronada de matacanes apoyados en triple modillón. La torre del homenaje, muy avanzada y sobre una pronunciada pendiente, protegió el ángulo del noreste. El centro del lienzo Norte estuvo defendido por diversos elementos constructivos ya desaparecidos. El del lado opuesto está reforzado por un recio cubo, construido con posterioridad a la muralla y que equivocadamente Sentenach interpreta como un trozo de paramento saliente. Se conserva relativamente bien por hallarse asentada directamente sobre la
roca y por haber servido de base a viviendas campesinas. El lienzo del Este se encuentra defendido por una cuña saliente en su centro. Por ser el lado más vulnerable fue reforzado posteriormente con otra muralla paralela. Al exterior es de sillarejo, pero interiormente de mampostería con relleno de
piedra y barro. Entre ambos muros alcanzan 2,50 metros de grosor.
La torre del homenaje es lo mejor conservado. Es cuadrada, de unos 12 metros de lado. Tiene su ingreso al Oeste, a cierta altura del suelo. Consta de tres plantas divididas por
bóvedas que se comunican “por
escaleras portátiles y escalones abiertos en el espesor de los muros”. Aún conserva algunas almenas hendidas por saeteras. Por sus proporciones resulta adusta y espesa a cuya sensación contribuye lo compacto de sus muros abiertos por escasas saeteras. En lo alto destaca un
balcón ojival que mira a la villa.
Traspasada la puerta de la villa, cuya jamba Norte estaba incrustada en la torre, hay una especie de plaza de armas, de la que queda aproximadamente la mitad. El abandono y el mal uso de los campesinos ha sido causa de su ruina. Ultimamente se ha venido abajo el cubo del suroeste. Toda la plaza es de excelente construcción. Es obra hecha en diferentes épocas, ya que los muros están yuxtapuestos a la cerca y los cubos demuestran haber sido levantados aún más tardíamente. En todo su perímetro estuvo recorrido y defendido por matacanes, cuyos modillones son todavía bien visibles.
Para conseguir mayor eficacia defensiva sólo se abrió una puerta junto a la torre del homenaje, hoy completamente desaparecida y sustituida por un boquete monstruoso. El análisis del plano de Aza demuestra que en tiempos pasados hubo muy posiblemente otras dos puertas: una cerca de la iglesia y otra al Este, junto a la arriba mencionada casa del alcaide.
A principios del s. XVIII se decía de Aza “está fundada al presente en una altura eminente dentro de una plaza de Armas guarnecida de
murallas y
torreones que cierran con el Castillo con su torre mui grandes y valuartes fuertes, tiene dentro un
pozo echo de peña viba que se provehía de
agua del
Río Riaza que pasa por vajo del pueblo, tiene dentro de la plaza de armas una iglesia que es aora la
Parroquia… no hay más de una Puerta que mira de Aranda y cerca de ella ay otra Yglesia que llaman Santa María la Antigua…”.
Sentenach escribía: “elévase como fortísimo castillo en la cumbre de tan escarpado cerro que por todos lados se hace muy difícil el ascenso.
Aunque nada citada en nuestros hechos históricos militares su disposición era verdaderamente formidable y su construcción de lo más notable que puede señalarse pues superaba sin duda a la de todos los fuertes
castillos señoriales comarcanos.
Aún conserva casi todo el perímetro de sus murallas destacándose de ellas
torres y cubos de una solidez desafiadora de los siglos… El
torreón del Oeste de aristas impecables parece como pulimentado por los aires…
Aumentaba la fortaleza de este recinto un foso con barbacana del que aún quedan muy patentes
señales…”.
Se asegura que desde su misma repoblación Aza tuvo algún tipo de defensa, pues parece que éste era uno de sus más claros fines. Si fuera cierto el traslado del pueblo a su actual emplazamiento, en 1182, entonces habría que dudar de tal sentido. El nombre de Aza recuerda a una
finca (que estaría en el llano) y no ciertamente en un lugar tan alto y desolado. De todas formas, a mediados del s. XI consta como dominante por el rey Nuño Alvarez, tío-abuelo del Cid, y un siglo después García Garcíez. Teniendo esto en cuenta parece que debía de existir algún tipo de fortaleza en el pueblo.
Puede ser que D. Juan Manuel, gran fortificador, pusiera a punto las defensas de Aza, pero es seguro que la mayor parte de lo actualmente conservado lo levantó siglo y medio después el primer conde de Miranda y acaso también su hijo. La seguridad de la posesión de la villa, las revueltas políticas de la época y los enfrentamientos con la nobleza local les animaría a construir una verdadera plaza fortificada centro de sus posesiones al Oeste, como Peñaranda lo era de las del lado opuesto. Todo ello queda demostrado por el hecho de que junto a formas antiguas de fortificación, como las clásicas saeteras o el empleo de materiales pobres, coexistan elementos propios del s. XV, por ejemplo troneras, cañoneras (o sea saeteras horizontales invertidas),
arcos rebajados, matacanes, cubos adosados a obras más antiguas, etc.
En 1462 era alcaide de la fortaleza Diego Martínez, a quien bastantes años después asesinó el señor de Hoyales, Martín Vázquez de Acuña. En 1494 éste seguía enfrentado con su alcaide, ahora Juan de Gualda. A comienzos del s. XVI consta como alcaide un tal Díaz Nieto.
Es exacta la frase con que Valentín de la
Cruz resume la suerte de Aza: “El tiempo ha sido cruel con la gloriosa villa.” De la antigua fortaleza queda aproximadamente la mitad. Los numerosos
edificios adosados impiden su visión y los trozos últimamente derrumbados acentúan aún más la sensación de abandono y ruina. En 1956 la Institución Fernán González escribía al Presidente de los
Amigos de los Castillos para que se pusiera algún remedio al avance destructor. No se ha hecho nada. En 1962 alguien se lamentaba: “Aza será pronto un lugar frío y desierto… que mostrará sólo ruina y desolación”. Desgraciadamente el presentimiento se está convirtiendo en realidad.