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HERBOSA

Habitantes: 35  Altitud: 885 m.  Gentilicio: Herbosanos 
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Situación:

Herbosa se sitúa en la esquina noroeste de la provincia de Burgos, en una especie de avanzadilla incrustada en tierras de Cantabria.
Dista unos ochenta y cinco kilómetros de la capital burgalesa y alrededor de setenta de Santander.
El casco urbano local se emplaza en la cima y en las laderas meridionales de una loma, en una posición bastante expuesta a todos los vientos. Desde la zona alta del pueblo se divisan amplísimas y pintorescas panorámicas. Ante nuestras miradas aparecen unos catorce pueblos circundantes y gran parte de la plana acuática del Pantano del Ebro. Las líneas del horizonte quedan cortadas, por el norte, con la cadena de montañas en las que se abren los puertos del Escudo y de la Magdalena, teniendo al pico Aguayo como referencia inevitable. Hacia el oeste, asoma en la lejanía el potente macizo de Peña Labra, a menudo blanqueado por las nieves, con el Cuchillón (2222 m) y Tres Mares como cotas máximas. Por el sur se divisa la mole horizontal del páramo de la Lora y hacia el este emergen el pico de Celada, bien cerca, y La Maza, ya más distante.
El acceso más común por carretera parte de la general Burgos Santander en Cilleruelo de Bezana. Desde allí se acude por el ramal que se desvía hacia Arija, debiendo recorrer por él poco más de cuatro kilómetros. Otros accesos llegan desde Cabañas de Virtus y desde Arnedo

Ayuntamiento:

Herbosa es una de las veinticuatro localidades que forman el histórico municipio de Valle de Valdebezana. La Casa Consistorial se encuentra en la villa de Soncillo, situada a unos nueve kilómetros de nuestro pueblo

Monumentos:

El principal monumento local es la Iglesia Vieja. Este templo fue edificado en el siglo XII en estilo románico, sufriendo una profunda reconstrucción alrededor del año 1500. Se ubica en un solitario y hermoso paraje al oeste del casco urbano. De la época más antigua conserva diversas estructuras. Sin duda la más valiosa es la portada. La forman tres archivoltas de medio punto, además del arco de entrada y la chambrana envolvente. Como ornamentación, la rosca más interna exhibe delicados dibujos geométricos de escaso relieve, la intermedia un trío de baquetones y la externa una banda de tacos. Una hilera de florones tangentes entre sí rellena por entero la chambrana. Los capiteles de las dos columnas sustentantes muestran parejas de cuadrúpedos enfrentados. Atendiendo a otras partes, también son primitivos diversos canecillos con figuras y dos columnas del interior. Los capiteles de esas últimas piezas muestran a un pelícano alimentando a sus crías y un delicado laberinto de tallos con volutas. La espadaña también es románica, taladrada por dos grandes vanos para las campanas y con un remate muy agudo. Si accedemos a los espacios internos veremos que la techumbre la forman dos sólidas bóvedas góticas, de crucería con terceletes. Proceden de las obras del siglo XVI, al igual que casi todos los muros actuales, reforzados con gruesos contrafuertes.
Este templo fue la sede de la parroquia hasta alrededor del año 1900, época en la que fue sustituido en su función por la Iglesia Nueva. Por entonces se trasladaron todos los objetos de culto al otro oratorio y el edificio quedó abandonado. Con el huracán de Santander de 1941, que sopló con gran intensidad por aquí, se revolvieron los tejados y más tarde se quitaron parte de las tejas para recomponer la techumbre de la otra iglesia. A nuestros días, pese a su solidez, el vetusto edificio llegó en un alarmante estado ruinoso, a punto de desplomarse, con las bóvedas semihundidas e invadido por la maleza. El tesón y entusiasmo de un vecino del pueblo consiguió unir las voluntades de las demás gentes para impulsar la restauración. Con dineros particulares y trabajos voluntarios y alguna subvención oficial se logró rehacer la solidez y la integridad primitivas, a falta sólo del acondicionamiento interno. La Fundación de Santa María la Real de Aguilar de Campoó tiene programada su recuperación total, dentro del programa del Románico Norte.
Otro monumento notable es la Iglesia Nueva, creada alrededor del año 1900 y situada en el centro del pueblo. Su promotor fue don Domingo de la Peña, canónigo de la catedral de Osma y natural del pueblo. Lo fundó como ermita dedicada a la Inmaculada, pero asumió desde sus comienzos todos los cultos y las funciones parroquiales. Para ello, ya dijimos que trajeron desde la sede antigua los retablos y la pila bautismal. En 1910 se completó su prestancia con la construcción de la esbelta y característica torre, símbolo local.
En el interior destaca el retablo mayor, de estilo renacentista, desgraciadamente repintado. Está presidido por una estatua ecuestre de Santiago Apóstol, el patrono local. Faltan las imágenes laterales de San Miguel y de San Cristóbal, las cuales pasaron a manos particulares al quedar en la casa rectoral cuando ésta fue enajenada.
Entre la arquitectura civil destaca El Arco, noble portalada para acceso a los corrales de una casona solariega desaparecida.
Dentro del apartado de la arquitectura popular se dan dos tipos principales de viviendas. Unas se agrupan en largas hileras y constan de tres plantas. Sus fachadas se animan con un característico balcón, tendido todo a lo largo del último piso y apoyado lateralmente en sólidos muros cortafuegos. La otra tipología la forman casas aisladas, de gran tamaño, con un extenso portalón o cobertizo en el lateral septentrional. Son relativamente modernas pues surgieron principios del siglo XX.
En varios de los edificios más antiguos se conservan puertas en arco, que son ojivales en algún caso. Nota peculiar del pueblo es que todas las fachadas de las viviendas tradicionales están orientadas hacia el este. Se proyectaron así para quedar más resguardadas del viento "gallego" o "regañón", que sopla furioso del noroeste, temible portador de nevadas y ventiscas.
Bien hermosas son las tres fuentes creadas en el año 1936. Constan de un sólido pilar cuadrado rematado en una bola y un largo abrevadero. Fueron cinceladas en piedra bien trabajada.
En el centro del pueblo se ubicó antaño la ermita de San Valentín, secularizada al construirse la Iglesia Nueva, pues quedaba a escasa distancia de ella. Su estructura perduró hasta el año 1950, aprovechada como Casa de Concejo, derribada para construir la actual.

Fiestas:

La fiesta principal del pueblo se celebra el 25 de julio, día de Santiago. De los ritos religiosos destaca la misa mayor, con procesión portando las imágenes de la Virgen y del Apóstol. Encabeza el desfile el tradicional pendón carmesí y suenan las campanas acompasadas en un perfecto volteo, "tornear" se decía por aquí, para el cual son precisos tres hombres fornidos. Los festejos profanos incluyen la típica verbena.
En el invierno se honró a San Valentín, en conmemoración ya perdida. También eran días señalados, con asistencia a misa, en algún caso obligatoria por voto, los de San Blas y San Sebastián.
Muy peculiar fue la conmemoración de la Cátedra de San Pedro, en pleno invierno, muchas veces con grandes nevadas. A media noche se encendía una gran hoguera en el centro del pueblo. Lo hacían los mozos y para ello robaban leña y turba a los vecinos. Cuando las llamas alumbraban todos los alrededores tocaban las campanas a fuego. Las gentes que no reparaban en la fecha, salían asustadas con baldes dispuestas a apagar el incendio. El cerco que se formaba con las cenizas perduraba marcado en la campa durante bastantes meses.

Costumbres:

La casi despoblación del lugar ha hecho perder las costumbres del pasado.
Las actividades comunales se decidían en concejo abierto. Había verdaderas discusiones. Tras el fin del invierno, todos los vecinos acudían, en vereda, para arreglar los caminos. También había que ir para limpiar la carretera de nieve tras los grandes temporales e incluso la vía del tren.
Los topos eran animales considerados muy dañinos, ya que estropeaban las praderas. Para combatirlos se premiaba cada topo muerto con una peseta. Ese dinero lo pagaba aquel vecino que, tras subasta, se había hecho cargo de ello voluntariamente, a cambio de poder segar la hierba en una de las llamadas "carreras" del pueblo, anchos lindones de camino. Para hacer las cuentas ese pagador se quedaba con el rabo del topo, acompañado por una papeleta con el sello del pueblo que había que recoger en casa del presidente de la junta vecinal. Al cabo del año se contaban esos rabos y hacían cuentas y se ajustaba al precio pujado en la subasta.
Los ganados de todos se cuidaban en rebaños, según la especie. De pastor ejercían por rueda los propietarios, determinando los días según el número de cabezas.
Tras los entierros se invitaba con pan y vino a los hombres que acudían a acompañar a la familia del fallecido. Se hacía en la sacristía de la iglesia en presencia del sacerdote.
Tras la muerte de alguna persona, la mujer más cercana de su familia colocaba en la iglesia una especie de cajón que llamaban sepultura. Allí colocaban cuatro hachones y velas y en las ceremonias religiosas, con un reclinatorio, se arrodillaban a la orilla. El luto duraba tres años, utilizando las mujeres ropa rigurosamente negra y los hombres corbatas o un crespón de ese color en las mangas de abrigos y chaquetas. Tras ese tiempo venía uno de transición llamado de alivio.
Por San Sebastián se subía al Cincho con trineos, si había nieve, que era casi siempre. Desde allí mozos y chavales se tiraban cuesta abajo esquivando los árboles y los espinos.
El día 15 de agosto la excursión era subir a Celada, a donde acudían también la juventud de Montejo, Villamediana y Arnedo.
Las marzas se cantaban con entusiasmo, acudiendo de casa en casa para conseguir algún obsequio.
En los rosarios del mes de mayo, las niñas ofrecían ramos de flores a la Virgen y en los domingos era preceptivo recitar versos.
En la noche de San Juan se colocaba un ramo verde en las ventanas de las mozas. También las rejas del portal de la iglesia aparecían enramadas, en honor de la Virgen que dentro recibía culto.
En los domingos invernales, al atardecer, las mozas organizaban baile cantando y tocando panderetas. Lo hacían en alguno de los portalones del pueblo, el que estuviera despejado. Al reclamo acudían los mozos, tanto locales como forasteros.
Si algún hombre foráneo se echaba novia en el lugar, debía de invitar a los muchachos del pueblo con una cántara de vino.
En las bodas, después de la ceremonia, cuando los contrayentes firmaban en la sacristía, se les cantaba desde afuera los populares cantos propiciatorios.
En los bautizos, los padrinos tiraban caramelos y monedas a toda la chiquillería.
Tras el fin de la trilla las gentes iban a bañarse al río, los hombres por un lado y las mujeres por otro.
Existe una fuente en el término local denominada Fuente de las Brujas. Si tomabas agua allí en los veranos solía hacer daño, quizás porque manaba muy fría. El cólico se atribuía a la acción de esas hipotéticas mujeres malignas, que decían bailaban alrededor en los aquelarres.

Historia:

El pueblo, como toda la comarca, cayó en la Edad Antigua en la zona cántabra. Como testimonio de ese pueblo perduran ciertos vestigios de un castro, con muralla bien visible en la peña de Celada, a escasos dos kilómetros en línea recta.
Desde entonces hasta al Alta Edad Media nada se sabe, ni se han encontrado vestigios.
En las laderas del citado Celada, en tierras de Montejo, existe un eremitorio rupestre, posiblemente del siglo X, denominado Cueva de la tía Isidora.
Por esas fechas ya estarían fundados caso todos los pueblos que ahora existen. El cercano Santa Gadea de Alfoz, al igual que Virtus y el Cuerno de Bezana aparecen citados muy pronto en los documentos.
A finales del siglo XI el monarca dona al Obispado e Iglesia de Burgos los derechos de pastos sobre el territorio de La Vilga, comunal de Herbosa y de otros pueblos inmediatos.
Herbosa estuvo integrado en la Merindad de Aguilar de Campoó, en su confín más oriental. Arnedo y Villamediana de San Román, tan cercanos ya eran de la Meridad de Castilla la Vieja. Desde muy antiguo formó parte del Val de Bezana
En el siglo XIV, según el Becerro delas Behetrías, del pueblo tres partes eran de realengo y la tercia parte de don Tello. Al rey, al año, por martiniega pagaban XXX maravedíes, además de moneda y servicios, no cotizaban yantar ni fonsadera.
Los vasallos que eran de don Tello debían abonarle XL maravedíes, además de un celemín de centeno por infurción y cinco dineros por San Martín.
En tiempos modernos, suponemos que tras la Desamortización, se rogó a la reina Isabel, creemos que Isabel II, la cesión de La Vilga, administrada por la Hermandad de la Rivera, formada por varios pueblos, cuyos vocales se reúnen periódicamente en Herbosa.
A principios del siglo XX se vivió una época de esplendor, ya que los hombres casi todos trabajaban de obreros en la fábrica de vidrio de Arija y a la vez eran ganaderos y labradores. Por esa época se rehicieron casi todas las viviendas del pueblo.
Durante la Guerra Civil el pueblo quedó en zona republicana, pero bien cerca del frente. En sus casas se acogieron refugiados de Bezana, Cilleruelo y otros pueblos expuestos a los bombardeos del propio frente que junto a ellos estaba. Aquí, el alcalde de aquel entonces impidió que se quemara o desmantelara la iglesia. Sólo se tiraron las campanas para fundirlas como balines. Se perdió así la famosa campana grande que decían se oía desde Reinosa.
Tras cerrarse el Pantano del Ebro y trasladar la fábrica de Arija a Avilés, alrededor de 1950, emigró a la ciudad asturiana un gran número de sus obreros, iniciándose así el abandono de toda la comarca.

Turismo:

No existe ninguna casa de turismo rural en el pueblo, aunque sí proyectos de crearla. En pueblos inmediatos hay varias, aparte de hoteles y fondas. El Balneario de Corconte, con su gran hotel de estilo modernista, se divisa perfectamente desde el barrio alto local.
La mayor parte de las viviendas que forman el núcleo urbano se aprovechan como segundas residencias. Se utilizan sobre todo en el verano y en fines de semana. Muchas de ellas pertenecen a gentes ajenas al lugar, compradas cuando las pusieron en venta oriundos desgraciadamente desarraigados. Esos nuevos y esporádicos residentes son ahora una entrañable parte de la comunidad local.
El principal atractivo del pueblo es su paisaje. Un distante cerco montañoso deja horizontes amplios y entre medio praderas y pastizales alrededor de la enorme plana acuática del Pantano del Ebro.
Interés peculiar tiene la recuperada Turbera Margarita. Ahora es una laguna protegida a la que acuden numerosas aves acuáticas. Existe una caseta contruida como observatorio.
Fuera ya del término local, pero bien cerca, queda el Monte Hijedo, uno de las masas forestales de hoja caduca más extensas de España. Bosque también admirable es el hayedo de Carrales. Al eremitorio rupestre de Montejo de Bricia se llega en media hora de caminata. Unos diez kilómetros son lo que habrá que recorrer para llegar a la pintoresca cascada de Las Pisas y pocos más para asomarse a la cueva del Piscárciano. Ya más lejos, Puentedey, el desfiladero de Las Palancas, Orbaneja del Castillo, el Cañón del Ebro, Ojo Guareña, El monasterio de Montesclaros, el Valle de Pas... son algunos de los muchos atractivos que se pueden alcanzar sin esfuerzo, con escaso gasto de coche y gasolina.