En las
iglesias románicas castellanas era
costumbre que el mismo día de su consagración se plantase, junto a la cabecera del templo, un moral, Morus Nigra. Los ejemplares que han sobrevivido, como este de
iglesia de
Hermosilla, tienen pues la friolera de 900 años.
La elección de este
árbol no era casual ya que estaba considerado milagroso y de buen agüero por su elevada longevidad. Algunos ejemplares pueden superar los mil años de vida. Debían pensar que mientras aguantase el moral se mantendría en pie la iglesia.