En el extremo occidental de la comarca de La Bureba y a la vista de los relieves montañosos que anuncian la cercanía de los
Montes Obarenes se localiza
Hermosilla. En lo alto de cerro que preside el
pueblo y el inmediato discurrir del
río Oca se alza la
iglesia parroquial de
Santa Cecilia que conserva uno de los
ábsides románicos más bellos e interesantes de la provincia de
Burgos.
Rojiza arenisca burebana
Como en la mayoría de las
iglesias románicas del foco de La Bureba, en el templo de Hermosilla predomina la vistosa
piedra arenisca de
color rojizo procedente de las canteras de la comarca. De la primitiva iglesia de Santa Cecilia solo ha llegado hasta nosotros la cabecera, fechada por los expertos en las últimas décadas del siglo XII y en la que destaca uno de los conjuntos escultóricos más notables del
románico burgalés.
Presbiterio y
ábside
La cabecera se divide en un tramo recto y otro de planta semicircular. El primero coincide con el presbiterio, que al interior está cubierto por
bóveda de cañón apuntado que se comunica con la nave —en la actualidad constituida por elementos arquitectónicos góticos y renacentistas— por medio de un
arco triunfal doblado y también apuntado.
El ábside es de planta semicircular, está cubierto con la típica bóveda de
horno y se alza sobre un poco marcado zócalo. Consta de tres paños, separados por
columnas adosadas que cumplen, además de reforzar los muros, una marcada función decorativa. Otro elemento decorativo es la imposta que divide en dos pisos, a la altura del alféizar de las
ventanas, los paramentos tanto del ábside como el aún visible del muro norte de presbiterio.
Cuatro llamativas ventanas
La cabecera conserva cuatro de las ventanas originales que se abrían en sus muros, ya que la quinta ha quedado oculta por la sacristía adosada al recto muro meridional del presbiterio. Todas ellas lucen el mismo esquema con arco de medio punto baquetonado sobre columnas acodilladas. Quizá la
ventana más señalada es la que decora el muro norte del presbiterio. Cegada desde siempre, llaman la atención los tres nichos semicirculares superpuestos que decoran el tímpano y que posiblemente estén inspirados en las estelas
romanas de tipo columbario típicas de La Bureba.
Merece la pena detener la mirada en el
capitel que representa una diabólica máscara de cuya boca brotan unos retorcidos tallos que terminan en unos primorosos remates vegetales. Esta pericia formal que demuestra uno de los maestros románicos de Hermosilla —los expertos hablan del maestro de Abajas—se va a repetir en los variados
capiteles que decoran tanto el exterior como el interior de la cabecera
románica.
Es un placer disfrutar de la elaborada técnica con la que este anónimo artista trabaja sus variados temas iconográficos —monstruos, gallos, cabritillos, grifos, arpías, combates y
dragones— y los acabados elementos vegetales de magistral labra. Estos últimos tienen una indudable inspiración en las aportaciones de los artistas borgoñones que revitalizaron el tardorrománico hispano a partir de los años 60 del siglo XII.
Espectaculares
canecillos
Pero además en el exterior de la cabecera de Hermosilla podemos admirar la obra escultórica dejada por un segundo artista conocido como maestro de
Cerezo de Río Tirón. Lo primero que llama la atención es la variedad y calidad desplegada en los numerosos canecillos que coronan los muros del ábside y el presbiterio. Todos son admirables, pero por mencionar algunos destacaremos los bustos masculinos, distintos seres fantásticos y las representaciones de distintos animales, tanto domésticos como salvajes.
Capiteles de las columnas del ábside
Del mismo autor son los capiteles que rematan las dos columnas entregas del hemiciclo. En el de la
columna de la izquierda aparecen dos dragones de cuerpo escamoso, colas enroscadas, alas de fino plumaje y feroces cabezas de
león. En el muy realista de la derecha, dos feroces lobos devoran un indefenso cordero atrapado entre las patas de los muy fieros y en aquella época muy abundantes carnívoros.
Centenario y sagrado moral
Dentro del atrio de la iglesia de Hermosilla, delimitado por un murete de sillarejo, que además sirve de contención del empinado terreno, se descubre un centenario y retorcido moral (Morus nigra). Este
árbol que por su longevidad era un símbolo de la eternidad del cristianismo, se plantaba junto a la cabecera del templo el mismo día de la consagración. Por lo tanto, estamos hablando de un ejemplar que ha sobrevivido la friolera de 900 años.
Cómo llegar
Desde Burgos hay que seguir la
carretera BU-V-5021 hasta
Poza de la Sal. Justo antes de llegar es preciso desviarse a la derecha por la BU-V-5103 que, pasando por
Llano de Bureba, conduce hasta Hermosilla. La iglesia de Santa Cecilia se alza en lo más alto del pueblo.