No es una obra inmortal pero bueno, tiene su... gracia. En algunos pueblos los viejos y ancestrales aperos de labranza para no olvidar su pasado de agricultores y ganaderos, se exponen en los pequeños rincones de las calles como verdaderos y recios monumentos, para que la memoria y la historia no olvide quienes fuimos y por dónde vamos.
Los útiles carros de bueyes con sus cartolas y picotes, el brillante bravant monosurco que volteaba la tierra para luego gradear y sembrar, el arrastrado trillo con sus silex desgranando el cereal, son auténticos restos...