Huele a leña de pino resinero (pinus pinaster) en llamas; el humo blanquecino se acerca a los cielos hermosillanos y emerge haciéndose un hueco en el cielo azul. Los montes de Cornudilla están ardiendo. Las piñas explotan y salen despedidas a cientos de metros, formando nuevos fuegos. Oscuridad, calor y humo sofocante. El aire es irrespirable, todo crepita y cruje. Las llamas se columpian en el aire y como miles de culebras serpentean por los suelos.
Nada queda a salvo del voraz fuego: animales asados y plantas calcinadas. La desolación ha llegado a los paisajes de Cornudilla. Cerca de 70 hectáreas convertidas en negra tierra de cenizas, muerte y miseria. ¿Tal vez todo por un descuido, una chispa del roce de las cosechadoras con una piedra, un rayo, o intencionado por el hombre? Al final, más y más destrucción de la belleza y biodiversidad de los paisajes.
Nada queda a salvo del voraz fuego: animales asados y plantas calcinadas. La desolación ha llegado a los paisajes de Cornudilla. Cerca de 70 hectáreas convertidas en negra tierra de cenizas, muerte y miseria. ¿Tal vez todo por un descuido, una chispa del roce de las cosechadoras con una piedra, un rayo, o intencionado por el hombre? Al final, más y más destrucción de la belleza y biodiversidad de los paisajes.